"La dificultad no debe ser un motivo para desistir sino un estímulo para continuar"

Compra el disco de Paqui Sánchez

Disfruta de la música de Paqui Sánchez donde quieras y cuando quieras comprando su disco.

Puedes comprar el disco Óyelo bien de Paqui Sánchez Galbarro de forma segura y al mejor precio.

Cuentos de un Viejo Aviador I

Título: “Cuentos de un Viejo Aviador I”. Autor: Luis Eduardo Cueva Serrano. Leído por: Marcelo Álvarez y Verónica Mejía. Tiempo aproximado de lectura: 3 horas 1 minuto. Nota de contraportada: Los “Cuentos de un Viejo Aviador”, guardan singular armonía, entre sentimientos y tecnología, una especial simbiosis, entre momentos de pasión y aventuras de aviación. Recorre sendos parajes, tanto físicos de sus viajes, como aquellos que sin temor, habla de más de un fallido amor. En cada relato encontrarás ironías y actos de gran valentía, perseverancia y autoestima, en una voz que anima, a creer en el milagro, del buen sentimiento en cada ser humano. A través del cuento en poesía, Luis espera y confía, contagiar a todo lector, de las delicias del cuento y el amor. Acerca del autor: Luis Eduardo Cueva Serrano, nació en 1963, en Ancón, Ecuador. Fue piloto de helicópteros por 15 años, al término de los cuales perdió su visión en una grave explosión. Ya como persona con discapacidad visual, fundó un sistema de bibliotecas para ciegos en Ecuador. Ha recorrido en bicicleta varios países de América Latina, donando “Apuntopedal” nombre del proyecto, su biblioteca en audio y texto digital. Ha escrito los libros “Cita a ciegas en L.A” y “Héroes obsoletos”, “Cuentos de un Viejo Aviador”, es su primera incursión en el micro cuento. Actualmente trabaja en la Dirección de Aviación Civil del Ecuador, en el proyecto de su diseño, denominado “Aviación sin Barreras”, en apoyo a personas con discapacidad, usuarias de los aeropuertos. Contactos: Correo electrónico luchocueva.63@hotmail.com Teléfono casa: 593 22 457-630. Celular: 0993-362-964. Teléfono Oficina: 593 22 521-114. Extensión. 2804. ÍNDICE 1. Ícaro. Tiempo: 8 minutos y 53 segundos. 2. Casi un beso. Tiempo: 4 minutos y 45 segundos. 3. Baja la moral. Tiempo: 4 minutos y 59 segundos. 4. Águila y ratón. Tiempo: 4 minutos y 56 segundos. 5. Colchón de nubes. Tiempo: 5 minutos y 26 segundos. 6. Amor en el Guayllabamba. Tiempo: 8 minutos y 47 segundos. 7. Cámara de altura. Tiempo: 4 minutos y 50 segundos. 8. Autogol. Tiempo: 7 minutos y 15 segundos. 9. Fuga de hidráulico. Tiempo: 7 minutos y 38 segundos. 10. La Bonita. Tiempo: 7 minutos y 38 segundos. 11. Archidona. Tiempo: 7 minutos y 7 segundos. 12. Aterrizaje en el Cotopaxi. Tiempo: 9 minutos y 25 segundos. 13. Auto rotación. Tiempo: 3 minutos y 18 segundos. 14. Falla de un motor. Tiempo: 7 minutos y 55 segundos. 15. Bruma. Tiempo: 6 minutos y 41 segundos. 16. Charly. Tiempo: 8 minutos y 47 segundos. 17. Mi mejor enemigo. Tiempo: 7 minutos y 25 segundos. 18. La Vice. Tiempo: 7 minutos y 58 segundos. 19. Del Alfa al Omega. Tiempo: 6 minutos y 16 segundos. 20. Independencia. Tiempo: 6 minutos y 50 segundos. 21. Frío o caliente. Tiempo: 5 minutos y 52 segundos. 22. Canguil. Tiempo: 6 minutos y 55 segundos. 23. Braille. Tiempo: 7 minutos y 43 segundos. 24. Clases de piano. Tiempo: 5 minutos y 27 segundos. 25. Cosas de ciegos. Tiempo: 7 minutos y 2 segundos. 26. Curiosity. Tiempo: 5 minutos y 50 segundos. 27. Aviación sin Barreras. Tiempo: 4 minutos y 58 segundos. Fin de: “Cuentos de un Viejo aviador I” Cuentos de un Viejo Aviador: Ícaro. Debemos estar preparados, para un cambio inesperado, convencernos que todo status o situación, es pasajera y puede variar de condición. Del principio al fin, o del alfa al omega, un giro radical no espera, y ágiles y raudos como el viento, tenemos que adaptarnos en cuerpo, alma y sentimiento, a enfrentar la existencia y sus avatares, con sus males y bondades, desde otra perspectiva, a la que hay que amarla, pues también es vida. Por ello hoy presento, los inicios del Viejo aviador, para en un próximo correo contarles como colgó casco y guantes, pierneras, pistolas, viajes distantes, y más pronto que un parpadeo, herido y confuso dijo: ya no veo, pero solo su fe y voluntad, pusieron proa hacia un mejor estadio de conciencia, el conocimiento que es libertad. Era un soldado de infantería, que de marchas, callos y trincheras, tal cansancio lo sobrecogía, entre guardias y destacamento, su vida era un triste lamento, y ya no sabía quién mismo era. Con trotes de madrugada, bien armado y equipado, canciones de guerra cantaba, pero en su interior sabía que de especialidad estaba equivocado. Ese sentimiento que lo embargaba, se hacía siempre presente, cuando algún piloto los visitaba, perfumado, bien vestido, contento y muy diligente. Eso sí que es disfrutar soñaba, overhall y botas brillando, en un helicóptero al mando, qué rico placer pensaba, pero en su interior bien sabía, ese joven soldado de infantería, que en más de una oportunidad, que tuvo para volar, perdió toda su dignidad, dejando la cabina echa una calamidad. Además tenía un ejemplo, aquel perdido en el tiempo, tal vez era una leyenda, para que la gente comprenda, que la ignorancia y osadía, son riesgosas y atrevidas, así fue como Ícaro, con unas alas de cera, intentó volar más allá de nuestra esfera, pagando muy caro su error, cuando ya cerca del sol, derritióse su aerodinámica condición, acabando así con vida y de volar su añorada ambición. Pero si no se tiene un sueño, del destino no se es dueño, y quitándose el lastre de la aprensión, y el recelo a lo incierto, decidió entrar a la aviación, dando un futuro triunfo por cierto. Finalmente ya estaba adentro, con un poco de suerte, esfuerzo y palanca, pues de acuerdo al reglamento, la estatura mínima no alcanzaba, pero aquel que quiere triunfar, contra viento y marea ha de batallar, así quedó de lado, las experiencias de soldado, de patrullajes solo por tierra, en Costa, Amazonía o Sierra, usando como medio de locomoción, un par de botas hasta su total destrucción. La primera impresión excelente, un aula amplia y aire acondicionado, limpio y bien uniformado, un ambiente muy convincente, le pegué justo en el clavo, pensó alegre y emocionado, decidido a triunfar, aprender, esforzarse y volar, pasaron varios meses de teoría, Va todo bien, quién lo diría, hasta que llegó el aciago día, del primer vuelo añorado de algarabía. Todos los alumnos volaron, en helicóptero y avión, para que tomen su decisión, y escojan por vocación, donde mejor se adaptaron. Salvo una excepción, el aula era una fiesta, y con alegría manifiesta, se palpaba, se vivía aviación, menos para el entonces joven emplumado, que el desayuno había arrojado, entre mandos, asientos, y uno que otro instrumento, de helicóptero y avión, sin la menor distinción. ¿En cuál de las dos aeronaves, la dispersión fue menos grave? Por lo menos para decidir, e intentar antes de partir, nuevamente a la infantería, con una derrota triste y sombría. Alegres y ya con su especial afinidad, la clase era un festejo de Navidad, avión para fulano, helicóptero para mengano, pero faltaba el último turno, para aquel indeciso oficial taciturno, y como quien deshoja flores, pensaba en ala fija o rotores, decidiéndose por este último, porque rimaba con amores, tal vez por ello hasta ahora vive enamorado, el Viejo Aviador desplumado. En la clase de pre vuelo, sacó la mejor nota, porque estaba en el suelo, y allí la aereología no se nota, pero con la primera hora de instrucción, aunque le puso atención, el mareo se hizo presente, y las arcadas fueron inminentes, aterrizó el instructor irritado, confundido y desolado, pensando algo frustrado, que ese alumno no llegaría a ser un militar alado. Continuó la hora de instrucción, sin convencimiento y con resignación, y antes que acabe la clase de estacionario, por miedo a ser sorprendido, vació su desayuno diario, entre la camiseta y su pecho afligido, allí iban un par de tostadas, mezcladas con la limonada, lo acompañaba una masa viscosa, de huevos y café con leche sin lactosa, sintió su cuerpo pegajoso que era el mal menor, ante la posibilidad de ser descubierto que podría ser peor, bajó de la aeronave con un olor nauseabundo, sintiendo que con ello ya se le acababa el mundo. Pero de acuerdo a su particular apreciación, la primera fase de fuego, la había superado aunque no fue un juego, abriendo así su camino hacia su tan anhelada aviación. En su segunda salida al espacio, la cosa fue más despacio, dejando a un segundo alumno, que continúe con su turno, al tiempo que él descansaba, en el asiento de pasajeros, donde le vino nuevamente arcadas, contracciones, profusa salivación, un completo desespero, y sin intención de ensuciar, cabina, cuerpo ni uniforme en un acto inoportuno, levantó del piso una pequeña tapa, destinada al lanzamiento de granadas de humo, que indican la dirección del viento, en aterrizajes y otros críticos momentos. Pero tan pronto intentó arrojar, el suculento desayuno, el viento relativo penetró inclemente, como turbulencia o torbellino, o mini huracán comprimido, y en un acto irreverente, distribuyó ese bolo alimenticio, por mandos, cascos, pilotos y en el mínimo resquicio, quedando claro en este caso, que se dio un mal paso, y el remedio fue peor que la enfermedad, aquel día las cosas salieron mal… muy mal, le tocó lavar la cabina, pero no perdió su autoestima. Esto era un infierno, suplicio u otro averno, toda la base discretamente miraba, y entre murmullos suplicaba, que pronto tire la toalla, y abandone la batalla, pero ese terco piloto, luchaba una vez al día, y cada día que vencía, a su cuerpo se sobreponía, hasta alcanzar la victoria que en el fondo de su esfuerzo yacía. Sus alas no se derritieron, perseveró con voluntad de acero, convirtiéndose en un Ícaro guerrero, y finalmente venció, y paso a paso aprobó, cada fase de vuelo, con un incidente en montaña, pero ello se los cuento otra mañana, pues el espacio de edición, me impide continuar con esta redacción. Fin de: Ícaro. Cuentos de un Viejo Aviador: Casi un beso. En las guerras y las batallas, grita el vencedor y el vencido calla, pero en esa violenta ecuación, ninguno tiene razón, por ello en lugar de recordar, tristes momentos del pasado, el Viejo Aviador nos quiere contar, lo delicioso que es ser amado, aunque como es habitual, las cosas siempre salen algo mal, y recordando esta historia casual, nuestro corresponsal se pone sentimental. Me pongo a meditar, con qué palabra puedo rimar, al analgésico humor, luego de mucho pensar, escribir, repetir y en voz alta hablar, entiendo que es con el paradisíaco amor, más no por la sílaba del final, sino porque a todo mal, esa simple combinación, calma dolor, enojo y aflicción, y en honor a la verdad hormonas en ebullición. No hay secreto bajo el cielo, que nos sirva de consuelo, ni suerte de lotería, que a la vida le sonría, cada paso en el camino, es fruto de la perseverancia, humor, amor con constancia, para alcanzar un justo destino, así el sentimiento no es esquivo y nos mantiene lozanos y vivos. Las cosas no siempre resultan, como uno las sueña y desea, ellas solas se desarrollan sin consulta, sin que se las atienda o vea, y ese fue el alegre y triste caso, que tuvo un éxito escaso, cuando nuestro amigo el Viejo Aviador, no se sabe bien lo que hizo, si quiso o no quiso besar con amor. En ese entonces era joven y bello, está bien, joven y con cabello, toda la verdad es odiosa, permítanme una mentira piadosa! La historia trata de un beso, o justamente algo que no fue eso, y es que este tierno piloto inexperto, se pasaba de mamerto, pues en plenas vacaciones, en casa de un amigo, se alertaron las pasiones, con su tía que si es guapa, poco digo. Y es que ella con experiencia, fijó como águila a su presa, pensó, este polluelo me interesa, y esperó con santa paciencia, el momento más adecuado, para hacer suyo a nuestro joven alado. El incipiente aguilucho, que por cierto se llamaba Lucho, también vio buena a la tía, a quien miraba como se movía, pero la malicia le faltaba, y eso, no se compraba, no se vendía, solo con tiempo se aprendía. Mandó la tía al sobrino, a comprar lejos muy lejos, no recuerdo, tal vez vino, así encontró la ocasión, de saborear esta sensual vacación, y en momentos de gran excitación, se dispuso alanzarse a la acción. Triste historia que contar, y acorto para no cansar, se insinuó con su dulce voz, para él le sonó a Caperucita y el lobo feroz, que linda boca tienes dijo, y saben lo que el joven aviador hizo? Abrió la boca como una puerta, dejando toda posibilidad muerta, enseñó dientes y muelas, y al fondo la campanilla, la tía que se desconsuela, le cae una lágrima por la mejilla, se le bajó la pasión, comprende y se desentiende, su mundo no será en la aviación, para ese piloto que apenas el motor enciende, tiene a la tía de su amigo como objetivo fallido. Así inició el libro de vuelo, con desencanto y desconsuelo, pero con un poco de paciencia, fue ganando experiencia, pero lo que más le gusta, y en ello no se asusta, es el trato con cariño, dulce amable y fino, sentir como en la altura, esa pizca de dulzura, cuando se roba un beso, entre amable y travieso, entre la mejilla y la boca, en la comisura que provoca, y a un corazón que tan solo eso, que no es beso, lo aloca y lo desboca. Fin de: Casi un beso. Cuentos de un Viejo aviador: Baja la moral. Ay! Que dura es la vida, cuando falta experiencia, pero más difícil es, cuando teniendo paciencia, esto es lo único que queda a nuestra existencia. Ningún golpe bien dirigido, le saca el aire y suspiro, como la sensación del desamor, de algún malagradecido amor. Así se sentía un día, nuestro Viejo Aviador, sin sus alas guías, que para esas fechas, era todavía un pichón, tanto por su edad, como porque apenas aprendía a volar. Siendo dura la supervivencia en el curso de pilotos, que entre funcionamiento de motores, movimiento de rotores, guardias y meteorología, estudios de aerodinámica, vuelos tácticos y de alta montaña, castigos, sí, de todo un poco, paradoja de la vida, poco es lo que más había y de actividad social, nada para contar. Así pues estaba hambre y bolsillo, más vacío, que político con conciencia o cura en penitencia. Fue cuando otro aspirante, compañero de sumisión, de aquella escuela de aviación, lo invitó a una cita galante. Dos hermanas con ambición, sus padres de vacación, una casa de ensoñación y testosterona en ebullición! cama, dama y chocolate, no puede ser verdad, gracias Diosito lindo, por esta oportunidad! Como un lobo hambriento, se me hacía agua la boca, Ay, Qué rico abreboca, y a través de mi costillar, veíase mi corazón palpitar, habían más cambios les cuento, y no por norma de urbanidad, voy a dejar de contar, que de tanto esperar y pensar, un bien apertrechado libido, era incapaz de ocultar. Como lista de pre vuelo, verificamos cada detalle, por favor que no nos falle, porque esta noche abrimos fuego. Templados los nervios de acero, cuerpo, músculo hecho hierro, el día, la hora llegó, todos listos para la acción. La música suave, un trago, para bajar la tensión, el ambiente casi en penumbra y dos cómodos sofás, aún no lo sabía, el uno era para amar y el otro para olvidar. Cada cual con su cada uno y cada uno con su cada cual, tomamos por igual, un sofá para conversar, besar y… de frente marrr. Es necesario entender, que cada blando y amplio mueble, se daba espalda uno con otro, para asegurar intimidad. Un murmullo va y el beso viene, cuando oh pensamiento fatal! Brujería o hechicería, falta esto que me hacía, surge, brota, emerge, aquí en mi pensamiento, como una broma mortal, mi desagradecida novia formal. De mi ofensiva agitada, paso a retirada, la anfitriona no comprende, lo que pasa por mi mente. Al otro lado del muro, sintiendo un frío silente sin crujir de muelles ni beso ardiente, mi compañero de trinchera, como periscopio sube su mollera, para pronto averiguar, qué necesito, qué me hace falta, para el asalto final. Nada muy triste le digo, repito, balbuceo, como demente, se me bajó la moral. Mi pana, mi amigo, mi yunta, no entiende, no asimila, no comprende, cómo un combatiente, ya con bayoneta calada, puede batirse en retirada. Vuelve a la carga y pregunta y hasta siento que suplica: Qué te pasa combatiente? Levanta la voz y con gran arenga arremete: No deje esto pendiente! Vuelve a cruzarse la bruja, el pensamiento es casi real, la mente de a poco me estruja, malhadada esa antigua novia formal. Me bato en retirada, tengo baja la moral y un INRI que llevar, pues con toda justicia y arrebato, mi compañero es todo un chivato, soy un desertor formal. Por ello, permítame sugerir, que si va a combatir, lleve el arma con seguro y olvídese de cualquier conjuro. Fin de: Baja la moral. Cuentos de un Viejo Aviador: Águila y ratón. Ten siempre presente, que aquello que no se cuente, desaparece de la memoria y también de toda historia, no se trata de figurar, sino simplemente de aclarar, que si has hecho algo importante, es tiempo que a los cuatro vientos lo cantes, en un acto de sinceridad y en honor a la verdad. Que no te pase lo que al Viejo Aviador, que por tímido y conservador, nadie supo de su acto de valor. Aún cuando Quito es la capital, de mi natal tierra equinoccial, Guayaquil es el puerto principal, con su clima húmedo y tropical. Con sus dos millones de habitantes, el comercio es inmenso, y el tránsito vehicular intenso, con un calor a todo tiempo constante. Allí fue donde el Viejo Aviador, se armó de entereza y valor, haciendo sus primeras horas al mando, entre esteros y camaroneras sudando, volando sobre costas y mares, sobre amenazados manglares, con cero discotecas y bares, pues era tal su sentido de responsabilidad, que llevaba una vida acética, instrucción, deportes y mucha ética, casi, casi al punto de la virginidad. La tan esperada visita, a su extrañada enamoradita, con la pinta quedó de lado y su traje de domingo bien guardado, cuando se requirió con suma urgencia, tripulación y helicóptero para solventar una emergencia, y allí como en fuego cruzado, se encontraba nuestro inexperto emplumado, perdiéndose en la nostalgia, lo que pudo ser un romance con audacia. Palabras más palabras menos, se trataba de un asalto armado, de dos delincuentes encapuchados, que en un vehículo popular y pequeño, dejaron sin plata al dueño, a quien no lo hirieron al menos. El hombre del local comercial, llamó a la estación policial, y facilitó toda la información para iniciar la persecución, y es ahí donde entró en acción, ese entonces joven piloto en su mundo de la aviación. Era una pequeña aeronave, donde más de tres no caben, la que rauda levantó el vuelo, para buscar en el suelo, un carro igual a mil, en el tupido tráfico de Guayaquil, conociendo del vehículo marca y color, casi por jugar escogió uno al azar, desde el cielo lo siguió sin dejarlo escapar, hasta que comprendió sin temor, que era su día de suerte, pues el conductor luchaba a muerte, en su afán de desaparecer, de quién desde el aire sin esfuerzo lo podía ver, era un águila imperial, que una vez vista su presa, no la suelta hasta el final. En tierra, de la acción al otro lado, quien había ido por lana salió trasquilado, pues como un ratón en laberinto, el delincuente seguía su instinto, aceleraba en toda calle, esperando que el helicóptero no lo halle, pero desde un vuelo alto y estacionario, cómodo y como fondo del Guayas su estuario, con la policía el piloto hablaba por radio, cercando con patrulleros, como un reglamentario ataque, para que el sinvergüenza no escape, al escurridizo ladrón, y miau! el gato cazó al ratón! Mientras orgulloso regresaba a su base, consciente de su acción y valía, la prensa entrevistaba a la policía, y del entonces aguerrido piloto nada se decía, los logros y medallas, fueron para quienes no estuvieron en esa batalla. Como se dice en las series de televisión, esto fue verdad y no ficción, los nombres de los personajes han sido cambiados, para proteger al inocente, de este relato un ingenuo teniente, que hasta esta publicación había sido olvidado. Queda en su corazón guardado, que su novia no lo creyó, pues en la tele no salió, un poco tarde comprende, que lo que no se anuncia no se vende, y lo que no se publicó, simplemente no existió. Fin de: Águila y ratón. Cuentos de un Viejo Aviador: Colchón de nubes. Cuando pan, techo y lecho están saciados, la comodidad invade, el marasmo se instala es un hecho, las ideas nuevas no caben, el bostezo y la pereza, hunden sus raíces en la cabeza, nada es necesario, siendo la apatía principal materia del horario. Pero con hambre y necesidad, que enseñan a sobrevivir, en la selva o ciudad, la clave es mantenerse, existir, respirar no es suficiente, se requiere ser valiente, hay que dejar de sufrir, pensar, buscar, aplicar, intentar, caerse, revolcarse y levantarse, forman el diario trajín, de quien no quiere abandonarse a un temprano fin. Para ello en ocasiones, Alma fuerte es la voz que guía, que te indica las opciones, para perseverar en el día a día. Así la incertidumbre, se convierte en el extraño perfume, en esa voz que alienta, que no se come si no se intenta, forjando una actitud de lucha permanente, por mantenerse vigente, con pocos o muchos años, siempre dados un baño, de alerta y permanente juventud. Fue así que en momentos de necesidad, de gran apetito y billetera vacía, había que salir de la noche sombría, al milagro de un nuevo día, dando continuidad con gusto, sabor y alegría, a esa nueva actividad, producto del esfuerzo y dedicación, esa nueva profesión, que es el mundo de la aviación. El plan de operaciones disponía, de una navegación de vuelo visual, pues la aeronave se requería, temprano en su destino final. La ruta era paradisíaca, entre la playa y la orilla del mar, qué más el Viejo Aviador quería, disfrutar de un paisaje sin igual. Existía mucha presión, por cumplir a tiempo la misión, más el cielo estaba nublado, y con ello nervioso el aviador emplumado. Mandamos a otro piloto, si es que valor le queda poco, fue la lapidaria observación, del jefe que asignaba la misión, y con la absurda intención, de demostrar su condición, encendió el motor, lanzó al viento el rotor, y se zambulló en un mar de nubes, con su mente llena de inquietudes, pues para ese tipo de aeronave, solo el vuelo visual cabe, y ya estaba metido en condiciones de instrumentos, con el consecuente riesgo o lamento. Mientras veloz al espacio ascendía, la ansiedad lo invadía, por mirar o ver algo, que no sea solo un inmaculado albo, hasta que finalmente emergió, con algo de desorientación, 15 grados de inclinación, en el horizonte artificial pedían corrección, pero al mirar al frente y arriba, el azul horizonte ya se extendía, volaba sobre un colchón, una gruesa capa de blanco algodón. Calmada ya la incertidumbre, corrigió pronto su rumbo, qué precioso era el mundo, más arriba de toda cumbre, entonces se puso a jugar, en el límite superior de ese ancho e inmenso mar, descendiendo y ascendiendo con su aparato, entre miles de aborregados estratos, pensó, ¡qué lindo!, ¡qué emoción!, ¡qué belleza es la aviación!, sentía que no volaba, sobre 800 caballos de fuerza, sino que raudo y ligero montaba, sobre un corcel de pura raza. De pronto y sin previo aviso, el instrumento que marca la revolución; se fue a cero, al piso; y empezaba la auto rotación. Reaccionó instintivamente, bajó la potencia rápidamente, esta vez la emergencia parecía real, y entre nubes las cosas solo podían ir mal, o tal vez mucho peor, si no se ponía las pilas el asustado y Viejo Aviador. Sin radio altímetro que le indique, la distancia exacta al suelo, lo más seguro sería que el vuelo, terminaría yéndose a pique, y sin que se diera cuenta, a San Pedro estaría ya rindiendo cuentas. Más por desesperación, que por manual de procedimientos, hizo una verificación, para ver si lo dañado era el instrumento, y gracias a Dios sirvió, jaló potencia y el helicóptero se elevó, y mientras nuevamente ascendía, rezaba y repetía, juraba y re juraba, que a partir de este día, se iba a portar muy bien, pero no especificó cómo y con quién, hecha la ley, hecha la trampa, estaba feliz, se había acabado el drama. Fin de: Colchón de nubes. Cuentos de un Viejo Aviador: Amor en el Guayllabamba. Difíciles tiempos aquellos, en que evolucionábamos del Jurásico pensamiento terrestre hacia el moderno mundo de la aviación. Cómo penetrar en un fosilizado entendimiento de quienes nos antecedieron, que un helicóptero o avión no era un carro con alas o, que por más estrellas, galones o laureles bajo cuyo mando podíamos estar, en vuelo, la decisión era de exclusividad del piloto que iba a volar, en ocasiones aún imberbe, como el caso que pretendo relatar. Más que comprender o conocer, percibía, sentía que el miedo al castigo, a la sanción o exposición de una llamada la atención en público, la disciplina en base al miedo era regla dorada y sobre entendida. Como todo nuevo piloto en conocimientos, jerarquía y picardía, regularmente se volaba lo que los aviadores más sabios y experimentados no querían, incluido como regla básica los fines de semana. Y así fue, que un viernes ya pasado el medio día, cuando ingenuamente creía que al fin podría ver a quien quería, caminé entre fuego cruzado de mis bien amados superiores, al momento de repartir responsabilidades de vuelo para el feriado de carnaval. El impacto me llegó en la sien, la orden ladrada vibró en mi pensamiento hasta asimilarla y convertirla en amarga resignación, habían encontrado luego de “sesuda” planificación, quien les salve de cumplir una comisión, y, allí estaba yo, haciéndome cargo de esa nueva misión. La orden con carácter de urgente para ayer, disponía de un reconocimiento armado por 5 días al noroeste de la capital, en el área del Río Guayllabamba hasta el Río Blanco, en busca de plantaciones de hojas de coca, zona de pluviselva tropical. Luego de un interminable si mi… no mi… me encontraba junto a un también desencantado y mal humorado mecánico, ya preparando un helicóptero artillado con sendas ametralladoras y munición como para acabar con laboratorios de coca y una columna guerrillera de dudosa existencia en el sector. Con peso y balance en el máximo permisible para un despegue en montaña, salimos cuales gallardos defensores de la patria, sin siquiera pestañear debido a la falta de capacidad de maniobra como consecuencia del sobrepeso por ir artillados, en fin, órdenes eran órdenes. A fin de ganar altura para sobrepasar la cordillera, con padre nuestros evolucionaba y en ave marías me encomendaba a encontrar un viento ascendente, que milagrosamente mueva la aguja del variómetro unos cuantos pies más arriba y sobrepasar la cresta del macizo andino. Plegarias escuchadas, ya está, raspando la panza y patines de mi pequeña aeronave cruzamos hacia las cuencas de los ríos a investigar. Con mapa del sector en la piernera y la atención visual repartida entre los instrumentos y la posibilidad del verde claro, característica específica de las plantaciones de hoja de coca, continuamos la misión. Tan absortos y emocionados en esta lucha anti narcóticos estábamos, que el combustible había menguado y para ello, no existía plegaria alguna de salvación. Y es allí donde los nervios traicionan, el peligro se cierne, los espacios se achican, se agranda la indecisión y el miedo es latente, cuando llegó la desesperada voz de salvación del mecánico que dijo, aterrice allí mi Teniente! Al borde y a media altura de un rocoso encañonado de verticales paredes, con un Guayllabamba rugiendo a dúo con un turbulento viento al fondo del abismo, en la única extensión posible de terreno plano y despejado, con un angustiado aleteo de pájaro, posó sus patines el desesperado helicóptero, ante la furia de los elementos. Allí es justo donde el susto y pavor terminó y la admiración comenzó. Inicialmente pensé que no se trataba de un aterrizaje de emergencia, sino de un accidente fatal, pues al mirar alrededor dos radiantes y preciosas ángeles nos miraban con extrema curiosidad. Sin remordimiento y añoranza del mundo pensé, bueno, si así es el cielo, a iniciar plan de vuelo! Pero no era limbo ni cielo, tan solo una cota olvidada de dibujar, en el Instituto Geográfico Militar. Sin miedo ni precaución alguna, Zoya y Maya, nos condujeron a dos atónitos, anonadados y ya enamorados tripulantes hasta la casa de su padre, un polaco inmigrante, que tiempo atrás había huido de los horrores de la II guerra Mundial y de civilización no quería más. El Gringo Pepe, conocido así río abajo, a donde rara vez desciende, no me preguntó qué tiempo íbamos a permanecer allí, pues escrito en mi retina estaba, que la voluntad ya me faltaba para abandonar el lugar. El tour por la pequeña granja fue una maravilla, iniciativas aquí, adaptadas tecnologías allá, constancia y destreza allí, arte, amor y gusto por acá. Hugo, el mecánico de a bordo, le llegó su Disneylandia en un pequeño hangar, don de un viejo tractor se veía rodeado de herramientas deseadas y nunca llegadas en su unidad militar. Aquí Rimax, por allí Facom, acá Snapon y mientras en apretado espacio donde Maya continuaba indicando alicates, entorchadores y otros ingeniosos artilugios, opacados todos por la blanca Maya de azules ojos, un nervioso Hugo en súplica más que pedido dijo, vaya no más mi Teniente, que esto está largo de revisar. Forzando la memoria y bastante imaginación, reconstruyo esa última frase de Hugo, pues luego de ello no tuve arresto para nada más, porque Zoya, con el oceánico asedio de su mirada, la perfecta sonrisa de media Luna y enarbolando la dictadura de su corazón en llamas, asaltó la trinchera de mi timidez, desarmó las ilusiones pendientes, arrió la bandera de mi voluntad y ya feliz dueño de sus decisiones, tomándome de la mano, como cometa que lleva el viento, me arrastró por una estrecha y empinada pendiente que al Guayllabamba llegó. Y es allí donde la patria comienza y termina, donde tanta belleza lo anima, lugar en que la voluntad se esfuma, y ya todas en una, ánimo, atrevimiento y… Gracias Gringo Pepe, tres días fue suficiente, para que quede por siempre en mi mente, lo que un día un Teniente comprendió el fascinante y misterioso verbo amar. Solo a través de la buena intención, de la paciencia en el corazón, de la constante necesidad de amar es como los polos opuestos, agnosticismo y fe, Venus y Marte, blanco y negro, Norte y Sur, frío y calor pueden a un mismo tiempo sentir como propia la victoria. Pensar de otra manera, engañar y humillar para ganar, es solo locura y vanidad., Fin de: Amor en el Guayllabamba. Cuentos de un Viejo Aviador: Cámara de altura. Todo tiempo pasado fue mejor, es un viejo adagio, del que no planifica y espera a futuro lo peor, deja a un lado ese mal presagio, y repite a viva voz, todo tiempo pasado, es asunto olvidado y de aquí en adelante todo irá mejor! Y eso es lo que te quiere confiar, el Viejo Aviador, un asunto sin pudor, un detalle del ayer, un susto para olvidar, y del que mucho tuvo que aprender. La hipoxia es una condición, muy frecuente en la aviación, cuando el oxígeno falta, por volar a una cota muy alta. Con la disminución de este elemento, en el torrente sanguíneo y en la mente, el cuerpo y pensar se vuelve lento, sumando errores hasta un posible accidente. Así, el piloto debe evitar, y cada síntoma identificar, de un vuelo a gran altitud, cuando en sus procesos comience a faltar exactitud. Para lograr el conocimiento deseado, usar la cámara de altura es necesario, con manipuladas variaciones de presión, hasta sentir, comprender y tomar una correcta decisión. El entrenamiento es sencillo y hasta bastante hilarante, pues todos entran bien vestidos y hasta algo elegantes, y es allí donde comienza la acción, sube la altura y baja la presión, la Física hace presencia con sus gases e incontinencia, es la Ley de Boyle, la del gas atrapado, que se expande, fuga y no se ve pero huele ha guardado. Aquí no hay quien se aguante, las normas de urbanidad quedan distantes, y no por indelicadeza o ingratos, a todos se les cae o escapa un sonoro flato, al refinado gerente o al audaz teniente y a la guapa azafata, que huele y ya no se espanta. Conforme sin oxígeno se asciende, las destrezas y reflejos descienden, el más simple juego o maniobra, se convierte en titánica obra, es el momento de reconocer, que sin oxígeno no se debe ascender. Lo incómodo de esta historia, es que haciendo memoria, fue que este entrenamiento sin volar, estaba en una base militar, donde las restricciones y seguridad, son parte diaria de su actividad, y un compañero piloto con desmedida curiosidad, convenció al Viejo Aviador, a meter las narices y cometer un craso error. Dijo que hablaba inglés, el entonces joven piloto, no le paró los pies, lo que fue motivo de este pequeño alboroto. Llegaron hasta un moderno hangar, F-15 y F-16 a uno y otro lado, como poderosos monstruos alados, listos para despegar, volar y Dios no lo quiera, bombardear en algún lejano lugar. Con la boca abierta y ojos como platos, ante tanta tecnología quedó abismado, pero más que ello asustado, por lo que rogó un regreso inmediato, pero les pudo más su actitud metiche, y no leyeron un rojo afiche, que decía precaución, área de seguridad, no pase si no tiene su documento de identidad, pero los dos ingenuos pilotos no lo vieron, o ese nivel de inglés no entendieron, y no solo pasaron, sino que también pisaron, una raya de alerta amarilla y otra roja que avisaba pesadilla, el peligro era inminente, qué penitentes los tenientes, de miedo quedaron congelados, de susto petrificados, cuando un escuadrón los tenía apuntados, con sus fusiles rastrillados y quién sabe si ya sin seguro preparados. El fluido inglés quedó de lado, todo se había olvidado, hasta que un guardia latino, les habló de su desatino, y con este susto de muerte, no buscaron otro hangar y mejor suerte, fueron a Disney World, para que se vaya el susto y vuelva a su alma el color. Fin de: Cámara de altura. Cuentos de un Viejo aviador: Autogol. Como una instantánea mental o recuerdo digital, guardamos alegres momentos, en el disco duro del pensamiento. A veces exageramos, achicamos o agrandamos, cada especial situación, de acuerdo a una personal percepción. Por lo que voy a relatar, tal vez fue poco o fue más, lo importante es disfrutar, agilizar la mente y recordar. En todo caso fungimos como directores, guionistas o audaces actores, de la realidad o ficción, de nuestra propia película de acción. El vuelo a muy baja altura, es parte de la instrucción, en la que hay que poner atención, a cables, antenas, puentes y otras estructuras, forma parte de esta asignatura, Paradas rápidas, maniobras evasivas, impresionantes ascensos o vertiginosos descensos, vuelo en formación, con un mínimo de comunicación, navegaciones de gran alcance, virajes de máximo performance, y si te llegó el turno, también un vuelo nocturno, con unos extraños visores, que limitan el ángulo de visión y aumentan los temores. Mientras todo ello sucede, se realiza disociación de la atención, tomando gran precaución, con presiones y temperaturas, velocidades y alturas y puntos de comprobación, entre la carta de navegación y el terreno donde se realiza la misión. Esto representa un gran despliegue de energía, antes, durante y después del vuelo, y aunque se realiza solo dos horas al día, la actividad te deja sin resuello, porque allí no termina la instrucción, pues de lo que sucedió, se anota todo detalle, para que la próxima tarea no falle. En estas peligrosas maniobras, donde se llevan los nervios de punta, cuando sangre y adrenalina son una, se puede entrar en zozobra, ante una mala apreciación o equivocada reacción, si no se toma al instante la más adecuada decisión. Actividad sincronizada de brazos, piernas y hasta respiración, producen momentos de tensión, donde invade el cansancio inclemente, y el fatal error se puede hacer presente, y para disminuir el estrés y presión, se requiere momentos de recreación. Tan solo el recordar, el duro trajín de volar, demanda el respiro de un minuto, para poner el relato a punto, que es lo que se quiere contar en este día, un autogol de antología. Luego del ruido de motores, turbulencias y rotores, se vuelve necesario, dar al cuerpo el descanso diario, al que se llega por el cambio de actividad, teniendo al deporte como su prioridad, de hecho al más popular, el que mueve multitudes en todas las latitudes, y en el que sólo hay que patear, fácil adivinar, el fútbol, su majestad. Para hacer de esta actividad, al mismo tiempo entretenida y formal, se arregló bien una cancha, se intentó escoger árbitros sin mancha, donde en una justa deportiva participaría, un grupo de helicópteros y otra unidad de caballería, pilotos, jinetes, soldados, tenientes, mecánicos de tanques y hasta los dos comandantes, con una pequeña particularidad, se agrupaban los equipos, de acuerdo a su afinidad e hinchada de mayor popularidad. Debido a esta circunstancia, aquellos de menor habilidad, no tenían otra instancia, que escoger equipos de poca o nula notoriedad, que como es de adivinar, es lo que al joven aviador emplumado, le tocó el equipo que los buenos jugadores habían dejado, por no saber driblar, patear o cabecear. Los destacados equipos de la liga nacional, tenían en sus filas, a los más hábiles futbolistas y oficiales de alta jerarquía, con lo que en sus cálculos asegurarían, su digno paso a la final. Pero el equipo del Viejo Aviador, que técnica no tenía, pero si mucho pundonor, con esfuerzo, suerte y rebeldía, llegó a luchar por el campeonato, en un partido de infarto, donde jugaban los comandantes y por árbitro del partido pitaba su ayudante, en consecuencia el resultado, estaba asegurado a favor del alto mando. En la tribuna familiares y amigos, hacían barra al equipo chico, que en el supuesto consentido de un gol a favor, festejarían haciendo trencito, pescadito y mucho folklor, y como sucede siempre lo improbable, llegó el gol favorable, y mientras el tanto festejaban, el comandante que en realidad mandaba, aprovechando la ausencia del equipo que festejaba, pateó desde el centro de la cancha y con orden el marcador empataba. Y la historia se repitió, y el humilde equipo hizo su segundo gol, pero el comandante que no quería perder, su autoridad volvió a ejercer, y nuevamente empató, para disgusto de la afición, no había manera de ganar, entonces sólo se debía festejar. Faltaban pocos minutos, para terminar el partido, cuando un centro ceñido, que no llevaba peligro, cruzaba el área del modesto equipo. El balón se acercaba rápido, así también fue la reacción, que impulsó a tomar la decisión, de lanzarse una palomita, paradoja, la más bella jugadita, que intentaba despejar, un peligro potencial, el balón pegó en la cabeza, de un piloto sin experiencia en el deporte del balompié, pero en su defensa se dirá que actuó de buena fe, y he aquí la consecuencia. En una perfecta parábola, el balón superó al arquero, incrustándose en el ángulo superior, del mismo arco del Viejo Aviador, allí donde tejen las arañas y el guardameta no llega ni mañana, Oh no! Retumbó la tribuna, como esta mala suerte ninguna, mientras en cámara lenta la bola inflaba, caía y rodaba, en las redes del equipo menos agraciado, el de mayor hinchada. El autogol fue tan hermoso, que había que hacerle honor, y todos muy presurosos, en hombros levantaron al aturdido y Viejo Aviador, gritando, rugiendo, desgañitándose gooool, gooool, aunque en realidad era un precioso autogol. Se había perdido el partido, pero se había ganado amigos y el estrés post vuelo desaparecido. Fin de: Autogol. Cuentos de un Viejo Aviador: Fuga de hidráulico. Pregunta un pajarito, si lo que aquí está escrito, es consecuencia del accidente, que lo dejó invidente; o producto de la imaginación, de tanto leer ficción, o tal vez un viejo diario recuperado, entre brumas del pasado. Pues aquí hay algunos recuerdos, unos alegres otros serios, algo de investigación, chismes, confidencias, rasguños de poca consideración; tactos y uno que otro impacto; olores, sabores, truncados amores y mil y un sinsabores; sustos de aviación y gustos de dudosa emoción; un poco de ciencia ficción, una pizca de sentimiento, otro tanto de ciencia fricción, pues en momentos de abatimiento, el corazón está dispuesto y pone sus gramos de acción. La suma de estos cuentos, es una afrodisíaca receta, que intenta tener contentos, a quien los lee y comenta. Entonces la respuesta es sí y no, aquí hay algo que se inventó; también es no y sí, avatares superados y que lo tienen feliz; y también ni sí ni no sino tal vez, para incautos e ingenuos comenzar otra vez. Mejor inicio este diario, y participa con tu comentario, dirigido al Viejo Aviador, que te escuchará con amor. Cuando miles de horas de experiencia, nos dan la tranquilidad de un vuelo con seguridad, caemos pronto en cuenta, que es hora de mudar, de adquirir más responsabilidad, y se inicia el vuelo en formación, en el apasionante mundo de la aviación. Cuando se da ese paso trascendental, el compromiso ya no es individual, y toda decisión que se va o no a tomar, no es un juego de azar, hay que estar muy atento, con la posición exacta de cada elemento, de toda aeronave su peso y balance, y de acuerdo al combustible su máximo alcance, y en base a esa información, durante el transcurso de una operación, tomar una adecuada decisión. En el campo de la teoría, se dice que el papel aguanta, ante un mal cálculo borra todo y cambia, no hay presión o miedo todo es alegría, claro que ya en una misión de vuelo, eso mismo debería suceder, pero cambios intempestivos llenan de desconsuelo, y de una reacción a tiempo puede estar la diferencia entre el ser y no ser. Así fue como el Aviador emplumado, al susto y a la carrera, con tres aeronaves al mando, patrulló la selvática frontera, contando como única ciencia, manuales de lejanas latitudes y de otros pilotos su experiencia. Más para quien desea avanzar, es necesario arriesgar, leer, meditar, preguntar y calcular; respirar profundo y decidirse a volar. Hay quienes tienen otra filosofía, y en tierra disfrutan el día, para ellos mi respeto y tolerancia, pero para el Viejo Aviador en ello no hay ganancia, y si ayer no volaba, hoy no lo comentaba, y no lo escribiría ni disfrutaría. Los vuelos en la actualidad, con todas sus tecnologías, satélites y gps como guías, resultan una nimiedad, si hacemos una analogía, con los de unas décadas atrás, cuando el vuelo en arte se constituía, pues las herramientas que el piloto disponía, era su carta de navegación, cronómetro y brújula magnética y el terreno para comprobación. Así cada destino era incierto, aseguro que lo que se escribe es cierto, y por cada tres vuelos de abastecimiento, se perdía al menos un destacamento, para lo cual había que ascender, miles de pies hasta poderlo ver, y si aún así la locación no aparecía, pues rezar un Padre Nuestro y tres Ave Marías, era la infalible solución, en aquellos arcanos tiempos de la aviación. Y bajo esas circunstancias, comandaba el Viejo Aviador, a esos entonces jóvenes pilotos con valor, quienes por llegar ya tenían ansias, pues luego de una semana, durmiendo en distinta cama, el cuerpo ya les dolía, en el alma se afligían, de la pena que les causaba, dejar sus mujeres abandonadas. En fin tres puntos en el cielo, apenas con contacto de vista, a media hora de vuelo, de descanso en su última pista, y aquello que a toda costa se evitaba, sobre el horizonte y arriba se desplegaba, nubes de desarrollo vertical, que presagiaba una negra tormenta tropical, pero las desgracias no vinieron solas, y como concéntricas ondas, moderadas vibraciones se hicieron presentes de la nariz a la cola, los mandos de la aeronave se pusieron duros, casi ingobernables, como consecuencia de una fuga, del sistema hidráulico de eso no había duda. Con esa emergencia a cuestas, desplegó 5 grados al este y 5 al oeste, a cada helicóptero, y con el alma dispuesta, a presentar dura batalla, tanto al viento como a la inclemencia del tiempo y de manera especial, a esa gran dificultad, que es de hidráulicos la fuga total, para lo cual se requiere fortaleza muscular y una buena dosis de habilidad, continuó su navegación, con esfuerzo y dedicación, las fuerzas lo abandonaban, las manos solas se abrían, la resistencia se desvanecía, pero a su destino aún no llegaba. Entre un desgastado paisaje, de un aguacero constante, avistó las luces del aeropuerto, que estaba cerrado por cierto, con una gran luz roja que indicaba cerrado por mal tiempo, pero sin más alternativa, que aproximarse para salvar la vida, sudando un poco por miedo, y otro tanto por el esfuerzo, acuatizó en la plataforma, aterrizar sería la norma, pero era tal la inundación, en ese campo de aviación, que el agua ya le llegaba, al fuselaje de la aeronave, qué satisfacción más grande, así sea en aguacero, que pisar con sus botas el suelo, y dar gracias por una hora más de vuelo, sano y siempre dispuesto, a viajar donde lo lleve el viento. Fin de: Fuga de hidráulico. Cuentos de un Viejo Aviador: La Bonita. Cada día viene con su propia preocupación, a la que hay que buscar solución, y el mundo de la aviación, no es ninguna excepción, motivo por el que voy a relatar, un recuerdo del Viejo Aviador, que entre brumas y temor, viajó a un turbulento lugar, espero que este viaje, como lectura lo lleves en tu equipaje. Que disfrutes de un buen día, especialmente en buena compañía. Parte del entrenamiento, a nuevos e ilusos aviadores, es que en su pensamiento, se consideren gladiadores. A esto se suma la juventud, y en cada nueva promoción, su energía es la virtud, que los convierte en ganadores. El problema de ello radica, en su falta de conciencia, y solo horas y años volados implica, la tan necesitada e indispensable experiencia. En el proceso para alcanzar, ese bagaje de conocimientos, ocurren incidentes, accidentes, lamentos, muchas veces imposibles de evitar. Por ello en la aviación, no hay pilotos buenos o hábiles, sino por un lado viejos y amables, y por otro, aquellos que partieron sin oportunidad y con prisa a otra dimensión, pues un error de magnitud, corta las ilusiones y también la juventud. Y todo esto para contar, que había una vez un joven aviador, que se creía dueño y señor, y cada vez que iba a volar, realizaba una maniobra arriesgada, que al incauto pasajero que transportaba, en el primer descenso brusco asustaba. Así fue como en período de votaciones, donde prometen lo que no deben, y con quien no deben se comprometen, llevaba urnas a muy alejadas poblaciones, por ello hoy hablaremos de confesiones, más no de confusiones, pues la tan mentada “La Bonita”, era el nombre de una extraña población y no una linda muchachita. Buscando en la carta de navegación, entre pliegues de inalcanzables elevaciones, profundas depresiones, campos labrados y picos nevados, el joven emplumado la encontró en plena estribación, entre selva amazónica y cordillera, lugares donde volar es más que una quimera, un vuelo imposible, con maniobras más allá de lo admisible, demasiado tarde comprendió, porqué esa misión, con justa y sobrada razón, nadie la hubo tomado con antelación. Con la ilusión de volar, se presentó en la base militar, un profesor de geografía, que de la existencia de aquel pueblo no sabía, era el representante de esta votación popular, del Tribunal Supremo Electoral, sin saber todavía, que tan solo después de dos días, cansado, algo asustado y a pie regresaría. Volaban en un helicóptero Gacela, tan ligero que hasta el pensamiento lo eleva, era una hoja al viento, a merced de los elementos, un pequeño monomotor, para el entonces joven aviador, quien comprendía que esta aeronave así como ascendía, una mínima corriente descendente, podría sembrarlo en cualquier pendiente. Se dijo entonces con el corazón comprimido, ha sufrir mi teniente, que para ello has nacido, y cruzando la montaña, inició su vuelo esperando con fe que sí le llegue el mañana. En la primera media hora de vuelo, el profe con el corazón ya en el suelo, con los intestinos revueltos y con la intención de pedir los últimos sacramentos, preguntó la hora de llegada, pero el piloto sabía que esto apenas empezaba. Como manda el sentido común y el reglamento, volar por el tercio más alto, es importante para evitar el impacto, de cables, postes y el aire turbulento, pero a veces a la montaña se le olvida, que allí los pilotos se juegan la vida, luchando con los mandos a punta de nuevas iniciativas. El profesor ya no avanza, en un día más de vida ha perdido toda esperanza, el piloto lo presiente y en lugar de darle un aliciente, le habla de accidentes y lo difícil de la ruta pendiente, lo que disfruta el teniente, viendo al profe sufrir como si fuera un indigente. Pero a todos les llega la hora, donde el miedo asusta y mora, cuando llevaba calculado, la ruta y tiempo estimado, La Bonita no aparecía, parecía que se escondía. Pero lo que allí tenía, era un angosto encañonado, un corredor apretado, paredes de pura roca a los dos lados, y el combustible disponible que su aguja descendía, y como a todo ser humano, el miedo se hizo presente, le sudaban las manos, y el pueblo que en la carta existía, en el terreno… seguía ausente. En aquella estrecha quebrada, realizó un par de evoluciones, mordiéndose la lengua de maldiciones, allí debía estar La Bonita y ella que no asomaba, para colmo de males, una densa neblina bajaba, y con su manto blanco amenazaba, con cubrir desde las alturas a las profundidades. De pronto, eso que hace la diferencia, entre el ciudadano de a pie, de un piloto con incipiente experiencia, se dijo, sube un poco, ten fe, y La Bonita apareció, para un rápido aterrizaje, en un cercano paraje. Qué bonita suspiró!, refiriéndose a la maniobra, que en ese reducido espacio permitió, posar los patines sin zozobra. Con respeto a sus habitantes, La Bonita, no es tan bonita, más bien es desengañadita, un balcón en roca con fuertes vientos y peligros constantes, pero habían llegado, para cumplir con el voto obligado, en un pueblo olvidado, de tanta promesa del estado. Cuando el profesor se bajó de la ligera aeronave, juró no volver a embarcarse, el regreso lo haría por tierra, a pié, a mula o lomo de culebra. Las elecciones pasaron, pero las nubes quedaron, lo que impidió el pronto retorno, de un piloto ya más experimentado a su entorno. Pasó tres días abandonado, en aquel pueblo triste y solitario, calentándose junto a una cocina de leña, entre cuyes y muy cerca a la peña. Luego de cuatro días, de una espera interminable, con los primeros rayos del sol que salían, puso rumbo incuestionable, a su base de operaciones, esperando no regresar a La Bonita por votaciones. Fin de: La Bonita. Cuentos de un Viejo aviador: Archidona. Con tantas horas voladas, por el Viejo Aviador, apenas si hay algunas anécdotas contadas, con fallidas historias de amor, pero lo toma con resignación, pues en el mundo de la aviación, al pobre y al feo, todo se le va en deseo, y la única riqueza, residía en su cabeza, porque en su corazón, tan solo latía la ilusión, que es lo que a diario vivía, donde quiera que iba, como en este nuevo viaje, de Archidona y su bello paisaje, y… lo de feo, se acabó cuando dijo “ya no veo”, asunto arreglado y problema terminado. Se habla de cabina estéril, en momentos que la relación es débil, entre los miembros de una tripulación, que operan en el campo de la aviación. Cuando esto llega a suceder, se puede perecer, por falta de comunicación, soslayando actividades importantes, que agravan la situación, para continuar con el vuelo avante. Por ello es necesario, que el piloto al mando, copiloto, mecánicos u otros operarios, mantengan una buena relación en tierra y también volando, el objetivo es trabajar con serenidad, mejor aún unidos por la amistad, en busca de la necesaria seguridad. De esta manera en rutas distantes, con condiciones meteorológicas constantes, luego de una adecuada visualización, de cada instrumento de vuelo, torque y revoluciones, velocidad y presiones, horizonte artificial y altura, niveles o temperaturas, se inicia un diálogo agradable, con temática muy variable, se intenta salvar la nación, comentar el último baile, criticar al colérico comandante, muy poco de instrucción, con vehemencia el campeonato nacional, algo de la situación mundial, rematando con el infaltable humor y apenas situaciones de amor, para iniciar nuevamente, con otra revisión pendiente, del manual de emergencias, equipo de supervivencia, es decir un ambiente distendido, hasta alcanzar el anhelado destino. La teoría suena bien, pero también depende con quién, sin embargo lo que en realidad sucedía, en cada vuelo del día, era que el piloto de mayor jerarquía, de lo que se iba a conversar decidía, y el copiloto con resignación, asentía a todo con disimulada atención, si mi coronel, juega vóley muy bien, así es mi mayor, a usted le corresponde ese honor, y así con la fiesta en calma, se mantenía alegre el alma… Bueno, la del piloto al mando, el resto el compás iba marcando. Con monosílabos afirmando, inició la repetida historia, de un joven emplumado, escuchando desteñidas glorias, mientras en rutas eternas, de vuelo con carga externa, transportaba partes de puentes, con maniobras precisas y exigentes. Cuando la pesada carga se movía, un efecto de péndulo producía, dificultando la navegación, seguridad y operación, todo ello para que la carretera llegue a Archidona, una selvática zona, rodeada de innumerables ríos, y sobre cada afluente, había que colocar un puente, con sudor, valor y mucho brío. Al pueblo de Archidona, lo llamaban Arizona, porque tropas norteamericanas, en el área acampaban, y la moneda en curso, a la que se daba más uso, en hoteles o cafeterías, farmacias y papelerías, era ese billete verde, que dice “En Dios confío”, pero faltaría escribir, pero al pobre no fío, por si hay mala suerte. En fin, el Viejo Aviador se sentía cansado, del piloto que volaba a su lado, contaba, volvía y repetía, que ninguna mujer se le resistía, jurando que en esta tierra, también dejaría huella, y vaya que la dejó, este deslenguado Don Juan, que se escondió en un zaguán, pero si alguien pregunta que quién se los contó, damas y caballeros, no he sido yo! El centro de la población, lucía un bonito parque, con amplias rutas para los caminantes, árboles, jardines, juegos para la distracción, y entre los caminos que convergían, avanzaba el piloto de mayor jerarquía, aquel que Dorian Grey se creía, escoltado por el Viejo Aviador, cansado de escuchar a aquel picaflor. Muy cerca de aquel lugar, una joven, esbelta y morena deidad, a su pequeño retoño cuidaba, sin mayor contrariedad. Como un lince a la distancia, con sigilo y mucha gracia, se acercó el piloto galante, a jugar con el niño un instante, para luego abordar, con mayor tranquilidad, a aquella preciosa mujer, por quien el alma se puede perder. Pretendiendo estar cansado, el Viejo Aviador miraba, la forma en que ese Capitán avezado, como con esa lasciva mirada la devoraba, quedando en salir más tarde, cuando baje ese sol que arde. No haga eso mi Capitán, que puede salir el tiro por la culata, con esa tremenda mulata, y las va a pagar muy mal, aconsejaba el aviador emplumado, mientras hablaba algo asustado, porque en asunto de cuernos, fácil se llega al infierno, pero el Capitán ya se relamía, la fiesta que según él se venía. Bañado y perfumado, con premeditación y alevosía, llegó al parque según lo acordado, a lo lejos, el Viejo Aviador miraba, aquel campo de batalla, y eso es lo que sucedió, pues así como llegó desapareció, cuando esa preciosa dama, pasaba bien abrazada, de un fornido soldado, del ejército americano, que orgulloso la acompañaba, el piloto Adonis paró su esperada ofensiva, ante la gran muralla defensiva, de aquella potencial querida, perdiéndose en franca retirada, y durante los días de vuelo que quedaban, en la cabina de todo se hablaba, menos de amor y de damas, y con ese gran susto, parece que hasta le perdió el gusto. Fin de: Archidona. Cuentos de un Viejo aviador: Aterrizaje en el Cotopaxi. Tan solo al recordar, un aterrizaje a tal altura, el frío empieza a calar, en el Viejo Aviador y su humana estructura. Esto que hoy cuento, fue todo un acontecimiento, que por cuestiones que aquí relato, quedó en el anonimato. Por hoy lo importante ha sido recordar, compartir con todos ustedes, y decirles que cuando se quiere, todo se puede, soñar, vivir y triunfar, así que ánimo, no se permitan desmayar, aquí lo importante es luchar con amor y dignidad. El corazón de un piloto, fisiológicamente hablando, está hecho un alboroto, pues se pasa todo el tiempo temblando, imagino su flexibilidad, es cercano al de una goma de mascar, se encoge, expande y retorna a la normalidad, oxigena la sangre y vuelve otra vez a bombear. Sin intención de justificar, puede ser esa la razón, para que al ingenuo y Viejo Aviador, en el maremágnum del amor, golpeen siempre su corazón, sin dejarlo a él replicar, pero al mismo tiempo mantener, su sana intención de querer, ayer con truncas emociones, hoy pletórico de pasiones y mañana de ilusiones, a su bien amada mujer. En esta oportunidad debemos informar, a usuarios y pasajeros de este vuelo, que de amores no hay tela que cortar, que en ello no guarden consuelo, la historia de hoy es volar, al límite del valor, donde el máximo clamor, es poder retornar. Para esta gélida misión, toma toda precaución, en cada línea y nueva explicación, ascenderemos al mismo borde, de lo que la anatomía en hipoxia y frío soporte, y como la historia es real, abre tu imaginación y presta mucha atención, desde este momento hasta el final, oxigénate, abrígate, colócate el cinturón de seguridad, que ya vamos a despegar. El entonces joven emplumado, inexperto y despreocupado, en el momento menos deseado, cruzó con su humanidad, frente a un capitán desesperado, por cubrir una necesidad. Mitad que lo convencía y otra que disponía, al Súper Puma lo subía, a una misión de la cual nada sabía, en casos como este es mejor no conocer, e ignorante de lo que viene simplemente ascender y… ascender. Te voy a presentar un amigo famoso, dijo el capitán con convicción, ha firmado un contrato oneroso, a favor de la aviación, el vuelo será sensacional, sin peligro ni complicación, iremos por un récord mundial, y todo filmado para la televisión, así fue que el comandante, convenció al imberbe aviador, haciéndolo sentir importante, aún no despegaban y ya se sentía un Señor. Previo a iniciar la misión, el capitán se pavoneaba de la amistad que le dispensaba, la estrella de televisión, quien llegó puntual a la aeronave, con dos ayudantes, equipos y muchos cables. Batería, alternador, generador, comenzó el Padre nuestro del día, para prender cada motor e iniciar la glaciar travesía. Tan solo con tres pasajeros, en el cálculo de peso y balance, se podría llegar a un máximo alcance, con sus poderosos motores el helicóptero se sentía ligero, y con una impresionante velocidad de ascenso, más veloz de lo que hoy escribo y pienso, se alcanzó elevadas altitudes, de acuerdo a potencia disponible y del helicóptero sus mejores virtudes posibles por estas latitudes. Casas, calles, árboles, pronto se empequeñecieron, hasta que en un difuso color desaparecieron, presentándose ahora al frente, un Pasochoa imponente, rodeaban al objetivo, un trío de gigantes, tres soberbios titanes, parecían estar vivos, el Sincholagua al Noreste, el Rumiñahui al Oeste y el Quilindaña al Sureste, y en medio de esos colosos andinos, el Cotopaxi como aquel glacial destino, con la Laguna de Limpiopungo y su fauna salvaje, como mudo testigo y parte de aquel único y sin igual paisaje. La frágil aeronave, se mecía al compás del viento, luchando contra ese elemento, parecía una indefensa ave, y el ascenso seguía17 mil pies, qué frío que tengo en los pies, 18 mil pies, Dios mío, esto no lo repito otra vez!19 mil pies, estamos lateral al cráter, a esta inusual altura, ya se aprecia de la tierra su curvatura, desde aquí Quito, se ve como un pueblo minúsculo y chiquito. He aquí un dato importante, cada aeronave en particular, tiene un techo o altura máxima para volar, que difiere con la altitud máxima para aterrizar, en el helicóptero del Viejo Aviador, mientras lo imposible de sobrepasar eran los 20 mil y para aterrizar los 17 mil, en estas circunstancias extremas, con un viento que silbaba y un frío que congelaba, lo que más daban era pena. Como un cóndor extenuado, pasó el helicóptero sobre el nevado, haciendo máximo uso de su potencia, temiendo segundo a segundo el Viejo Aviador por su existencia. Paradójicamente gozando, cráter, fumarolas y superficie de hielo, y en ese pasaje analizando, ese lugar de aterrizaje tan cerca del cielo. El punto escogido, estaba a 19.600 pies de altura y menos 15 grados de temperatura, junto a un terreno plano de nieves perpetuas, una ancha y profunda grieta, y un viento laminar y fuerte de 30 Nudos, como para dejarnos absortos y mudos. ¿Va a aterrizar aquí mi capitán? Sale de todo manual, nos vamos a matar! Y el capitán contestó, asustado y al mismo tiempo empeñado, lo haremos con seguridad, es por un récord mundial! La aproximación se inició, al anillo superior del volcán, sístoles y diástoles ametrallados se repetían como tambores que percutían, y mientras el corazón se desbocaba, una asustada tripulación a todos los santos invocaba, ya casi en estacionario, se utilizaba toda la potencia disponible del momento, los manómetros entrando en arco rojo de cada instrumento y con 30 nudos de viento. Abrió el mecánico de a bordo, las puertas de pasajeros, el famoso presentador y su equipo descendieron, mientras con el ruido al interior nos quedábamos sordos. Gritando dijo el capitán, ya sacó el francés su órgano, y sin quitar la vista de los instrumentos, el copiloto dijo no entiendo. ¿Se va a poner a orinar? Aquí se le va a congelar! Insistió el Capitán, Ya sacó el “órgano”, se va a poner a tocar, ese es el récord mundial! Ah! Exclamó el Viejo Aviador, mientras una ventisca de nieve entraba por la puerta de estribor. Filmado el crucial acontecimiento, subieron a bordo más rápido que un pensamiento, y como aún no había cambiado de dirección el viento, se elevaron un par de pies hacia el firmamento, para luego descender y descender, al punto de no poder creer, que a cálculos, tablas y manuales pudieron con capricho y arrojo vencer. Esa misma noche y en el calor de su hogar, el comandante de la aviación, miraba con preocupación, el interesante Show de Bernard, mirando a una de sus aeronaves, apoyando al récord mundial, por tocar órgano a mayor altura, pero también por aterrizar con desmesura, fuera de los límites de las tablas de rendimiento y sí señor, de cordura. Esta proeza que un día sí ocurrió, en papeles nunca pasó, pendiendo de la tripulación, una espada de Damocles, que en toda la aviación, máxima sanción había para quién la hazaña invoque. Fin de: Aterrizaje en el Cotopaxi. Cuentos de un Viejo Aviador: Auto rotación. De la vida en un momento dado, idealizamos lo que más amamos, todo parece perfecto, no encontramos ningún defecto, soñamos con una situación ideal, más allá del bien y del mal, aspiramos avanzar por un camino, sin obstáculo alguno hacia nuestro destino. Pero la vida es diferente, y en el momento menos pensado, ocurre un accidente, algo imprevisto o simplemente no deseado, Y entonces nos preguntamos, ¿Cuál ha sido el pecado, o en qué hemos fallado? En ese preciso momento se presenta una línea divergente, la una triste y displicente, que lleva al lamento, fracaso y descontento, es un camino de bajada, parece fácil pero mal acaba. La otra vía es un camino en cuesta, que ascenderlo demanda esfuerzo y sí que cuesta, el cansancio, dolor y sudor, son parte de la lucha y su fragor, al tiempo que toma toda la energía disponible, hacen por ello mismo nuestra existencia posible, dándole a la misma un propósito u objetivo, que es lo que nos mantiene vivos. En el campo de la aviación, sucede una situación similar, ingresamos con sueños, gusto y emoción, y cuando se ha obtenido esa meta que es volar, de pronto en pleno vuelo, cuando se ha alcanzado el cielo, todo se viene al suelo, el Viejo Aviador escucha, que allí mismo se acaba la lucha, hay una falla de motor, justo cuando al vuelo se le ha encontrado el sabor, y todo el panel de instrumentos, silente y oscuro como el fin de un cuento, se prende como luces de un casino en un gran evento, nada más que en lugar de esa alegre fiesta, tanta alarma te indica que está pronto tu destino, y empieza el proceso de auto rotación, una batalla en que hay que poner toda la atención, la vida de pasajeros y del Viejo Aviador está en juego, y sanos y salvos hay que llegar al suelo. Para llegar a tierra enteros, es indispensable un buen entrenamiento, pero aún más importante es la actitud y el pensamiento, no rendirse ante la adversidad y a resistir, vivir, luchar y sobre todo amar estar siempre dispuesto. Recuerda que si ya nada te duele, o no hay quién te consuele, si los problemas se han acabado, es posiblemente porque la vida misma ha finalizado, entonces, da gracias por los obstáculos y dificultades, esfuérzate y usa todas tus facultades, métele ganas a la vida, disfruta, goza y sobre todo… convida. Fin de: Auto rotación. Cuentos de un Viejo Aviador: Falla de un motor. En una selva tropical, de la que este cuento va a tratar, volaba un Viejo Aviador, en su aeronave con rotor, pero de manera inesperada, tuvo una falla de turbina, y es cuando en la cabina, la vida se escapaba, si no luchaban con valor. En la vida hay emergencias, en las que debemos actuar con presteza,, también con mucha paciencia y usando bien la cabeza, la clave está en creer, que somos muy capaces de cada obstáculo de la vida, con perseverancia vencer. Te deseo un buen vuelo, en esta nueva aventura, que te llene de emoción esta lectura, hasta aterrizar con seguridad en suelo. Fue un cambio radical, regresar desde el círculo polar, del intenso frío glaciar, a la exuberante pluvi selva tropical. Lo interesante de este cuento, fue que estaba fresco el conocimiento, de los procedimientos de emergencia, que fueron puestos en evidencia para lograr su supervivencia. Así fue como el Viejo Aviador, realizó un vuelo abrumador, Stavanger, Oslo, Estocolmo, Amsterdan, Curasao, qué colmo! Aviones, aduanas, idiomas lo tenían ya loquito, cuando ya llegaba a Quito, se quitó el pesado abrigo que lo cubría del frío, y sin descanso y recobrando el brío, apenas pasó migración, lo cambiaron de avión, rumbo a la Amazonía, a desquitar con horas de vuelo, sin descanso y sin resuello, ese precioso viaje de entrenamiento y fantasía, para que la orden se haga caso, bastaba un buen vicerazo, y el jetlag y cansancio automáticamente desaparecía, palabras que para el alto mando en ese entonces no existía. A su llegada al Coca, perlaba el sudor su cara, al cambio de clima no se acostumbraba, con botas y overhall pensaba, este calor sí que sofoca! Luego de la inspección y pre vuelo, rellenó el formato de plan de vuelo, puso un pie en el estribo y en su cabina de mando se sintió más vivo, batería, alternador, generador; comenzó el encendido el Viejo Aviador, mientras el funcionario de la torre de control, soñaba algún día vestir así de overhall. Iluso el aburrido torrista, suspiraba mientras el Súper Puma tomaba pista, pues en cada misión, había momentos de tensión, y sumadas las horas de vuelo, aparecían también soledades y desconsuelos, pero como en todo trabajo, se seguía la dieta del agua y del ajo: Aguantarse y a joderse. Siguió con la vista el torrista, el vuelo recto y nivelado, de ese antojo deseado, más allá del área de control terminal, hasta que entre selva y cielo, con otros tránsitos aéreos a sus anhelos puso final. El contrato con la petrolera, era vuelo con carga externa, un cable de acero anclado, a 150 pies del helicóptero amado, extremo en el que pendulaban, imposibles cargas que la respiración quitaban, hasta al piloto más experimentado, más aún a este novato emplumado, de tal manera que transportar pasajeros, era un pacífico descanso después de tanto esmero. Parece que fue ayer, ese día, que el último pudo ser, cuando en la cabecera de pista, el ingeniero de vuelo controlaba la lista, de veinte operadores de un taladro, que ese día se les hizo largo y amargo. Puertas cerradas y aseguradas, todas las luces de cabina apagadas, para el estacionario puntos de referencia, y ese vuelo inició sin ninguna interferencia, despegando de Nuevo Rocafuerte, con todas las medidas de precaución, hasta una torre de perforación, sin saber que muy cerca rondaba la muerte. A tres mil pies de altitud, con selva por los cuatro puntos cardinales, se prendió la primera luz, que anunciaba el inicio de varios males, hidráulico y aceite disminuían sus presiones, al tiempo que del motor 2 caían las revoluciones, las luces del panel, se prendían a granel, el cuadro se complicaba, pues se les había nublado el pensamiento, a los otros miembros de la tripulación, creyendo que era un error de marcación y no una falla de extrema precaución. Con un solo motor disponible, bajó la potencia al mínimo permisible, para mantener las revoluciones del rotor principal, que sustente la aeronave casi en condición normal. Pero, durante este procedimiento, parte de la tripulación que no tenía en emergencias entrenamiento, no quería entender, ni al Viejo Aviador podían creer, que lo que estaba sucediendo, no era error de instrumentos, sino un grave incidente, que de no actuar de manera rápida y diligente, podría conducir hacia un accidente. En la cabina de pasajeros, el sonido de la falla de motor, estremeció a los operarios y los llenó de horror, y mientras la aeronave caía, el vértigo en sus estómagos se sentía, hasta que el piloto hubo recuperado, un vuelo casi recto y nivelado, pero… no salga aún de su pavor, volaban con un solo motor, y lenta pero inexorablemente descendían, hacia un futuro incierto, estaban fuera de su elemento y de aquello no conocían. Con toda la potencia utilizada, del motor que aún funcionaba, perdían 200 pies por minuto, y del cálculo este era el punto: ¿Alcanzarían a aterrizar en Nuevo Rocafuerte, con ese descenso permanente y un ligero viento de frente? Y, así como Rodrigo de Triana, gritó al avistar tierra americana, el copiloto emocionado por el intercomunicador comunicó Rocafuerte a la vista, acababa de descubrir, el fin a su lento sufrir, y al final del pueblo, la salvación, la pista! Qué emoción, la vida es una bendición, sacaron la lista de chequeo, para este aterrizaje tan feo. Tren de aterrizaje afuera y asegurado, seguro de rueda de nariz bloqueado, plano fue el ángulo de aproximación escogido, para este aterrizaje corrido, y justo en la cabecera de pista, topaba ruedas esta tripulación tan lista, una vez se hubo aterrizado, y el Súper Puma apagado, todos salieron algo asustados, pero lo que es más, la vida se había salvado. Y la vida se había salvado, para revelar un secreto bien guardado, aquel sentimental incidente, con la muchacha llamada Sirena, la que al Viejo Aviador mató de pena, en el malecón de Nuevo Rocafuerte, que será motivo de la siguiente Confusión, en el venturoso mundo de la Aviación. Fin de: Falla de un motor. Cuentos de un Viejo Aviador: Bruma. En una entidad similar, de las que hay en todo país y ciudad, organizada tipo pirámide, el de mayor jerarquía es el que más sabe, y si no lo sabe, es cuestión de ordenar, y con la frase de frente mar, todo se pone a marchar. Ojalá llegara el día, en toda institución, en que el conocimiento tenga valía, sin considerar la posición, amantes o parientes; favores o deudores; laureles o estrellas; barras o jinetas; tambores o cornetas; órdenes o contra órdenes; o el humillante vicerazo, viceral orden de un jefazo, exento de razón y que acaba de un solo tajo. Pero, que nadie considere lo dicho como un reclamo, porque esto que hoy exclamo, sucede en los 7 mares y 5 continentes, donde capitanes o gerentes, hacen caso omiso de una buena sugerencia, por auto considerarse una eminencia, simple despotismo o displicencia, hacia sus subordinados, muchas veces mal valorados. En el mundo de la aviación, tiene que existir empatía, entre los miembros de una tripulación, esa conexión y simpatía, que evite la cabina estéril, que es una comunicación débil, un trabajo descoordinado, peligroso y extenuado, que puede cambiar un leve incidente, hacia un trágico accidente. Por lo que al momento de volar, quien pueda mejor actuar, o tenga la mente más clara en ese instante, debe reaccionar como si fuera el comandante. Pondremos como antecedente, un fenómeno en el ambiente, que multiplica geométricamente, un peligro en vuelo latente. La bruma es esa contingencia, muy cercana a la transparencia, que intocable con su presencia, puede terminar con nuestra existencia, por la simple circunstancia, que parece no representar ninguna amenaza, aunque ingrávida y letal; insonora y mortal; envuelve con sus tenazas, siendo mucho menos temida, que la húmeda neblina, aguacero o temporal, que presagia más de un mal, pero perro que no ladra muerde, por lo que no hay que pecar de imprudente. Lugar, fecha y hora; es lo que cuento ahora; cuando el joven emplumado, miembro de una tripulación, se encontraba desganado, porque no le pusieron atención, durante un vuelo de abastecimientos, a varios destacamentos, y la única queja que tenía, era la bruma del día, que según él no permitía ver, con suficiente seguridad, en ese mínimo de visibilidad, la orografía del sector, en un área llamada Cóndor Mirador”. De acuerdo a lo planificado, o más bien a lo acostumbrado, había dos rutas de vuelo; una corta, directa y aburrida; la otra larga, sinuosa y entretenida; y para su total desconsuelo, el comandante de la aeronave, seguro de ser quien más sabe, decidió ir en línea recta, en tiempo, combustible y distancia la más directa, pero directa a perderse, en una bruma a la que nadie quería atreverse. El asustado y Viejo Aviador, cumplía al mínimo su labor, llevaba las comunicaciones, revisaba temperaturas y presiones, controlaba mecánicamente las luces de emergencia, pero su mente en completa ausencia, evadía la actual situación, en esa delicada misión, primero por omisión o del piloto su falta de atención, hacia una simple observación, de un miembro de la tripulación; y luego porque mientras sobrevolaba el Río Bomboiza, recordaba que en Gualaquiza, población de la Amazonía, donde durante abastecimientos dormía, en una noche de inspiración, dormir fue lo que menos sucedió, por una guapa muchacha del sector, que flechó al Viejo Aviador, dejándolo en conmoción, recordándola como un holograma, en tercera dimensión; sabor y olor; gusto y susto; tacto y acto; conversación y pasión, así… así enterita de cuerpo y alma, y entre las turbulencias del recuerdo, que lo tenían desatento y poco cuerdo, en un instante de serenidad, volvió a la realidad, para constatar con gran susto, que su comandante había perdido el rumbo, todo era una nívea bruma, espesa, blanca como ninguna, y como una mala impresión, o paisaje al carboncillo, ríos, montañas y valles de la región, aparecían y desaparecían, entre el contraste de la bruma de opacidad y brillo. Mientras el enajenado piloto, entraba en desorientación espacial, el enamorado y emplumado copiloto, salía de su crisis emocional, e ingresaba al vértigo abismal, a ese temor mortal, al ver el horizonte artificial, fuera de todo límite de inclinación, seguido de una gran vibración, que por sí solo pronosticaba una pronta colisión. Gritó como un poseso, míos los mandos, y sin saber cómo salir de eso, trataba de abandonar el lío, en que el piloto los había metido, potencia abajo, qué duros los mandos carajo, pedal izquierdo, qué futuro más incierto, cíclico al viento, y el planeta que iba creciendo, la tierra que se aproximaba, a una velocidad que tregua no daba, más con esfuerzo y sudor, recuperó los parámetros de vuelo el aterrorizado y Viejo Aviador, aprendiendo desde allí que al amor, hay que dejarlo en tierra, y a todo piloto que se emperra, en volar sin seguridad, hacerlo razonar, que todas las vidas de a bordo se tiene que cuidar. Fin de: Bruma. Cuentos de un Viejo Aviador: Charly. Aún quedan muchos lugares, sin caminos o carreteras, en los límites o fronteras, donde unidades militares, tienen su guarnición, para el control de cada nación. Pongo en su consideración, que a la fecha del relato, las nuevas tecnologías no habían hecho impacto, y lo que menos se tenía era comunicación, con la tan anhelada civilización. Abandonados a su situación, las tropas necesitaban comprensión, y un poco de cariño, para endulzar su triste destino, y esa es la historia que hoy, el Viejo Aviador nos viene a contar. En cada compañía de aviación, las necesidades son urgentes, se requiere siempre presente, a pilotos en acción, quienes tienen que estar disponibles, pues no hay misión imposible, y al tiro de una llamada, hay que dejar a la novia abandonada, o encontrar a un buen samaritano, que te de pronto… una mano. Sin rasgarse las vestiduras, diríase que hay tareas muy duras, pero también hay de aquellas, en que se transportan muchachas bellas, pero ahora que inicia el relato, te pido un gran favor, abre tu mente al amor, no juzgues ni seas ingrato, pues en la misma mano, con la que ligeros culpamos, mientras el índice apunta para acusar, hacia nosotros indica el pulgar, en otras palabras, como dice la parábola, que tire la primera piedra, aquel que en el pecado no se pierda. Era un viernes tarde para el amor, de aquellos con poesía, de esos en que el Viejo Aviador, con su lengua viperina se lucía. Como un pececillo asustado, la dama había picado, y sintiéndose enamorado, enrollaba pronto el sedal, la cosa no iba mal, cuando triste comenzó a vibrar, en su bolsillo ese traidor celular. Omitió inicialmente el zumbido, pues ya se presentaba Cupido, pero el artefacto vibraba con tanta insistencia, que presintió era una emergencia. Al otro lado del auricular, una voz no dejaba de ordenar, tiene todavía dos horas hasta la puesta del sol, así que rápido se incorpora, y cumple pronto la misión, si mi… no mi… era lo único que respondía, mientras triste de su novia se despedía. En fin, toda moneda de valor, tiene dos caras en distinta dirección, a un lado está el amor, y en este caso al otro la aviación. Mientras preparaba su aeronave, miró del valle a la cordillera, un cúmulo nimbus con nubes negras, amenazaban con suspender el viaje. El vuelo consistía, en aterrizar la tarde de ese día, en la estribación oriental de Los Andes, para a la mañana siguiente, continuar cuanto antes, rumbo hacia el oriente, hasta un pequeño regimiento, necesitado urgente de abastecimiento. El apuro a la hora de volar, empuja a tomar malas decisiones, lo que caro nos puede costar, por lo que hay que trabajar sin presiones, y eso era exactamente, en ese momento la condición ausente. Por un lado las llamadas de presión continuaban, y por otro la meteorología desmejoraba, la visibilidad se reducía, cada vez que tras las nubes el astro rey se escondía, además llegaron las pasajeras, que eran el motivo principal de tan larga espera. Ustedes se preguntarán, que hacían tres mujeres, visitando los cuarteles, pues ahora se los voy a contar, haciendo una pequeña pausa, de este vuelo y su causa. Los abastecimientos militares, se los denomina por clases, para alimentos, armamento, municiones, raciones, medicinas, cocinas, combustibles, fusiles, mochilas, carpas, equipos, los hay de todos los tipos, más hay uno siempre presente, aunque nadie lo cuente, es un secreto a voces, pero si alguien pregunta, lo desconoce, es el que calma la libido, de un batallón reprimido, contenido en la abstinencia, en espera de ellas con mucha paciencia, Charly es su nominativo, y cuando van las reciben como día festivo. Con ellas en pleno ascenso, el vuelo se puso tenso, como parte de un tiempo inclemente, un fuerte viento ascendente, succionó al Viejo Aviador y a sus pasajeras del amor, entre nubes turbulentas, montañas y tormentas, se perdió la cordura y la orientación espacial, al interior era una locura, el movimiento era brutal. A veces la nariz apuntaba, en la dirección deseada, en otras el viento cruzado, direccionaba el vuelo con 180 grados. Por momentos como un milagro sin potencia subía, ágil como corcho ascendía, y en segundos de pavor, un vertiginoso descenso dibujaba caras de terror, con esa tempestad ya no se dependía, de habilidad o maestría, aunque el asustado aviador, intentaba volar por instrumentos, aclarar su pensamiento e infundir algo de valor. Luego de volar entre tumbos, aún entre nubes blancas, a una altitud estratosférica salió de la borrasca, corrigiendo pronto el rumbo, pero el Súper Puma caía, por más potencia que ponía, pues a cada una de las palas, que en el helicóptero son sus alas, capas de hielo se habían adherido, perdiendo su condición aerodinámica, parecía en vuelo un pájaro herido. Con el descenso se derretiría el hielo, que permitiría continuar enteros, más teniendo nubes como velo, impidiendo maniobrar en vuelo, se estrellaría en el suelo, qué llegaría primero? Es cuando más se comprime el corazón, cuando solo se puede esperar sin otra reacción. Pero para la tripulación que persevera, aquella que lucha y no simplemente espera, los milagros aparecen y la esperanza reverdece, recuperando la visibilidad, entre bajos estratos, que le dan la posibilidad, de hoy continuar con este relato. A la mañana siguiente, repuestos ya del susto, con combustible suficiente y dispuestos a volar con gusto, partió el Viejo Aviador, a su abastecimiento de amor, mientras de esta misión disfrutaba, dos distintas actitudes comparaba. Cuando en la selva a un batallón, el alto mando militar, le va a pasar una inspección antes de aterrizar ya se puede apreciar, como corren los soldados, para dejar todo arreglado, planes de operaciones, municiones y cañones, trincheras y posiciones, tropas con cara de guerra, todos nerviosos esperan, y así de rápido como han llegado, que se vayan es su sueño dorado. Pero cuando la tarea se trata, de una visita grata, se prende en la soldadesca la alegría y la fiesta, sobran inventivas y excelentes iniciativas, lucen sus mejores galas, todo el mundo se ufana, se aplican colonia o perfume, ya casi parece un lunes. Si bien no hay trompeta de honores, las reciben con alegría y mil amores, de ellas ya saben sus nombres, incluso antes de apagar motores. Cerca de la cabecera de pista, está la casa de citas, que en la jerga militar, Villa Cariño siempre se ha de llamar, y sin la voz de mando: “de frente mar”, uno a uno los ansiosos soldados a Villa Cariño han de marchar. Como el espacio es muy corto, situación que ya conozco, les relato en otro día, los amores que allí se vivían. Fin de: Charly. Cuentos de un Viejo Aviador: Mi mejor enemigo. Cumplida la misión, con susto y satisfacción, presentado un completo informe y ya sin uniforme, el Viejo Aviador descansaba, al tiempo que relataba, con sal, pimienta y humor, su vuelo al filo del terror. Para que suelte la viperina, una cerveza lo anima, mientras pilotos y enfermeras, se comen las uñas en esta espera, lo cuento en este momento, ahora que en el firmamento, no hay estrellas, castigos o ascensos, que frenen mi pensamiento y me impidan decir lo que siento, y siento que no lo lamento, porque aquí sólo hay recuerdos y buenos sentimientos. Y eso era lo que había, una cena de camaradería, cerca de la enfermería, después de un arduo día, todos prestaban atención, a la difícil situación de un vuelo de rutina, que inesperadamente cambió y casi no lo termina. Sorbió otro largo trago, para aclarar la memoria, quería que la historia, tuviera un gusto amargo. Vuelo con mi mejor enemigo, estoy seguro de lo que digo, con el miedo siempre consigo, llegar vivo a mi objetivo. Un vuelo de mantenimiento, es difícil así lo siento, no hay espacio para el error, y hay que controlar el temor, volaba hacia el comando de brigada, atento a cada instrumento, previendo un mal funcionamiento y que el helicóptero caiga en picada. Todos miraban atentos, con la respiración entrecortada, silencio que el piloto disfrutaba, para continuar con su cuento. Con el recuerdo el Viejo Aviador sudaba, cuando entre el horizonte y un profundo valle, un A-37 volaba, buscando el mínimo detalle, de incursiones aéreas enemigas, infiltradas en nuestras líneas. El piloto del avión subsónico, apenas visualizó el helicóptero, estabilizó sus artilladas alas, aquellas que escupen balas, alineando su eje con el enemigo sorpresivo, un excelente objetivo, al tiempo que el artillero, preparaba el fuego certero. A un par de kilómetros de distancia, marcado en su turbina el retículo de puntería, un piloto nervioso no creía, que era en este vuelo sin mucha importancia, que de esta simple misión no pasaría, Nooo! Gritó en solitario, aún no termino el libro de poesía, este no es el fin de mi calendario, en su corazón presentía, como el artillero enemigo escogía, el mecanismo de puntería, que al diablo con su vida daría. Fue en un nano segundo, que su vida vivió, que raro, no fue un pasado fecundo, sino un futuro profundo, el que muy prometedor apareció, amigas y compañeras, también una guapa enfermera, una fogosa amante y su futura esposa elegante, UA! Exclamó decidido, no voy a dar por perdido, esta visión de romance, mucho amor, tanto lance, si me dejo morir estaría loco, sin amar he vivido muy poco! Entonces con convicción, recordó con desesperación, que en clase de combate aéreo había preguntado, cómo reconocer a un enemigo alado, con un mismo tipo de avión, cuando no hay el instrumento de verificación, si es amigo o enemigo quien enfrenta nuestra posición. Fácil dijo el instructor, si es enemigo te ametralla con su poderoso cañón, y seguro que no habrá más preocupación, porque no te deja ni un ápice del rotor. No fue buena ayuda, ese flash back de inspiración, así que estableció comunicación, con la estratégica aviación, quienes establecieron contacto, casi en el mismo acto, con otras aeronaves amigas del sector, respondiendo el A-37 que tenía el Viejo Aviador enfrente y en posición. Así fue como el miedo su peor enemigo, pasó a ser su mejor amigo, salvándolo en un instante, que pronto cuelgue botas, casco y guantes. Las enfermeras emocionadas aplaudían, los pilotos celosos no creían, tomó otra cerveza fría y contada su misión del día, armado de valor, como un héroe redentor, con una mano en cada cintura, feliz tacto entre dos bellas figuras, acompañó a las enfermeras en dirección a su habitación, mientras de ellas escuchaba con atención momentos de mucha acción, también de frustración, cuando atendía a combatientes, entre cirugías, amputaciones y ayes estridentes. Una pálida luz plateada, tres caminantes bañaba, proyectando sus sombras en movimiento, mientras cruzaban un tranquilo campamento, paz que se interrumpió, cuando un centinela inquieto, el santo y seña pidió, quedando todos muy quietos, con miedo que el soldado, tal vez algo temeroso, dispare al sentirse nervioso. Casa era el santo que bramaba el centinela, esperando el blanca como seña, pero el piloto había olvidado, con un día tan angustiado, santos, señas y hasta la contraseña, pecho a tierra, ladró el soldado, y sin dudar un momento, se lanzaron al pavimento, hasta que el centinela se acercara y los reconociera. Allí se acabó lo galante, por esa noche ya era bastante, pero el corazón quedó como bala perdida, con el beso de despedida, porque en tierra fallaba la puntería, y en lugar de besar la mejilla, rozó la comisura de sus labios, por un instante más allá de lo necesario, pero eso, ya es motivo de otra explicación y de una fantástica confusión, con sentimiento, amor y mucha pasión. Nota de aclaración: Tenía un pensamiento jurásico, un sentimiento muy básico, patria o muerte, venceremos, pero hoy con ello no convencemos, los invito a desterrar, aquello que no es más que matar, a la guerra y su armamento, evolucionar en nuestro pensamiento, en construir, compartir, vivir, gozar y sin descansar amar en todo momento, como el Viejo Aviador, hasta en el firmamento. Fin de: Mi mejor enemigo. Cuentos de un Viejo Aviador: La Vice. Lo más preciado en la vida, la emoción de cada día, es el recorrido incierto, el actuar con valentía, nunca dar todo por cierto, es la aventura del no saber, cómo cada acción va a suceder, y en ese mundo eventual, de rotores, turbinas y turbulencias, la vida es un especial, que para sobrevivir, hay que aplicar mucha experiencia. Más detalles hay que tomar, cuando una autoridad hay que transportar, y este era uno de esos casos, para evitar cualquier fracaso. La sala VIP se abarrotaba, con embajadores, cónsules y agregados, hasta que finalmente arribó, la Doctora Rosalía Arteaga. Allí mismo invadieron los nervios al pobre y Viejo Aviador, ya nada le estaba claro, se sentía algo mareado, la responsabilidad lo había abrumado, con ronco carraspeo compuso su posición, e hizo una explicación del vuelo planificado. Eso sí, de regreso juró que iría a matar, al irresponsable que olvidó indicar, que en esta comisión, venía la Vicepresidenta de la Nación. Aquel vuelo consistía, en transportar a Doña Rosalía, hasta el rincón más apartado, al sur, bien alejado, allá donde solo importa, el momento que el pueblo vota, y que luego de elecciones, de plata al pueblo le dicen nones. Caso aparte Doña Rosalía, ella sí que bien cumplía y allá con su comitiva, a honrar su palabra iba, y... Qué guapa que venía! Antes de emprender el vuelo, saca su lista de chequeo, Padre nuestro, Ave María, que todo vaya bien en este día, por cada ítem revisado, un pensamiento le asalta, pobre piloto, no aguanta, la Vice lo tiene hipnotizado! Puertas cerradas y aseguradas Mama mía, Qué guapa, parece un hada, Arneses, pedales ajustados, Y yo, ni siquiera voy peinado, Acumulador de servicio 100 bares, La veo y se me van mis males, Revisar chalecos salvavidas, Ay, que por ti doy la vida, Batería, alternador, generador on, Que me invade la pasión, La interminable lista avanza, y paralelo el pensamiento lo alcanza, rotores, motores, comunicaciones, casi listos para despegar. Luces de emergencia apagadas, la he visto donde va sentada, Revoluciones sincronizadas motores uno y dos, Ay! Ni me mira, ¡qué no es justo Dios! Combustible, aceite e hidráulico, presión y temperatura, Mejor llamo a la Torre, que me sube la calentura. Torre de control, aquí el Ejército 002 y hasta que la señal y autorización llegue, una vez más, reprende a ese platónico corazón, ya, deja de pensar, la doctora es la inalcanzable autoridad. En virtud de las dos hojas, que tengo para contar, solo puedo enumerar, un vuelo sin novedad desde Quito hasta Loja. De allí a la frontera, en pocos minutos llegamos, en Zapotillo el pueblo espera, hasta que al fin aterrizamos. Ruje una vieja grabadora, que el Himno Nacional entona, mientras la guapa Doctora, tierras, medicina y libros dona. El pueblo agradecido, un chivo al hueco ha preparado, es un manjar codiciado, al que todos están invitados, todos menos el Viejo Aviador, que al cielo mira turbado, a negras nubes el viento las viene arriando, le incomoda un mal presagio, más aún, cuando esa palabra rima con naufragio. Llama preocupado al Edecán, oiga usted Capitán, insista a la Doctora, que el chivo al hueco lo traiga, que en menos de una hora, no hay rayo que no nos caiga. Con el apremiante recado, el lento Edecán demoró, y sí, el cielo en pedazos cayó, pero eso sí, del chivo no quedó, costillas, menudencias ni acompañado! Hambre y preocupación rondaba, la mente de nuestro aviador, cuando la satisfecha comisión, con muy buenos comentarios, del chivo al hueco, está claro, subían a la aeronave, con ansias esperaban, un despegue suave, para entre sueños hacer la digestión y despertar del plácido sueño, en el campo de aviación. Un techo de mil pies tenía, mientras raudo entre valles ascendía, pero ya el viento arremetía, llevando nubes, lluvia y rayos, la tripulación intentaba, por doquiera que miraba, una luz, un hueco entre nubes, que de alguna manera permita capear la difícil situación. En vano intento por mirar mejor, del casco los pilotos quitan su visor, al más joven le invade el temor y ya en completo desvarío, habla con voz de terror y dice: Mi Mayor, hasta aquí nos trajo el río. El Viejo Aviador no se apaga, se niega a colgar las botas, y mientras piensa en Rosalía Arteaga, espera que la Vice sea devota Con la muerte rondando, se arrepiente del pasado, el agnosticismo ha votado para lavar sus pecados, ya en paz con sus recuerdos, todos sus conocimientos aplica y hasta la Virgen del Cisne suplica, y como por un bendito milagro, entre brumas y a media montaña aparece, una plantación de café, para este piloto de poca fe. Pandemonio en la cabina, vamos! Es la voz que anima, mientras todos sus tripulantes, multiplican manos, luces aquí, filtros afuera, tren de aterrizaje asegurado y bueno, un poco de viento cruzado, nuestro Viejo Aviador, el helicóptero en tierra ha posado. Cuando el rotor ha parado, hay silencio en la cabina, tripulación y pasajeros vieron la muerte, pero corrieron con buena suerte y, buena suerte fue, pedir con tanta fe, para salvar a la Vice, que a ese piloto experimentado lo tiene alborotado. Lo que a continuación pasó, fue de conocimiento público, la Vice y su comisión, sin que medie otra solución, batiendo lodo salió por varios kilómetros de caminos de herradura, para el Viejo Aviador y su tripulación, la cosa se puso dura, pues luego de un fuerte temporal, casi como Noé en su arca, de tanto que duró, del cafetal salió, en Quito lo esperaba la Santa Inquisición, la famosa Junta de Investigación, pero eso no lo preocupó, voló sin saber ni comprender que este sería su último vuelo, las razones y el porqué, serán motivo de otro trago y otro cuento. Fin de: La Vice. Cuentos de un Viejo Aviador: Del Alfa al Omega. Si la actividad de leer, es motivo de placer, la posibilidad de escribir, es gozo, creación… es vivir. Teclado en mano se puede construir, equivocarse, borrar y volver a teclear, conocer, amar, bajar o subir, siempre con la posibilidad, de moldear el recuerdo o invención a voluntad. Adquiere tu boleto para viajar, en el infinito universo de la imaginación, pierde tu vergüenza, quita el miedo de la cabeza, no duele, no cansa, no pesa, solo a ti te interesa, nada, camina o vuela como el Viejo Aviador, escribe un remake de tu historia de amor. En esta oportunidad, pongo a disponibilidad, el Alfa y Omega, principio y fin de una aventura, que tuvo el Viejo Aviador en las alturas. Construyendo uno mismo el camino, se puede labrar un destino, con cabeza fría, planificación, y condimentado con mucha pasión. En esta constante búsqueda, de vivir como nos gusta, ocurren eventos inesperados, imposibles de evadir, y a los que hay que resistir, hasta alcanzar el objetivo soñado, o comprender que a aquel cambio de dirección, hay que encontrarle una nueva orientación. Eso es lo que sucedió, con el aviador emplumado, que luego de todo el esfuerzo desplegado, para llegar a la aviación, sin que medie explicación, sin lugar a arrepentimientos, todo se lo llevó el viento, en realidad fue más que eso, sucedió una brutal explosión, y de la muerte el frío beso, tuvo cerca su mística sensación. Atrás había quedado, los vuelos de instrucción, misiones de navegación, vuelos de rescate, operaciones de combate, fallas de motores, conquistas o perdidos amores, solo quedó rodando, una moneda de energía, que en su último vuelo, antes de quedar quieta en el suelo, cara o sello se iba tambaleando, vida o muerte no decidía, que lado hacia arriba quedaría en ese grotesco día. En vez del cómodo sillón, y una amplia oficina, todo se volvió confusión, con la pérdida inmediata de visión, el sabor de la sangre alertaba, de lo poco de existencia que quedaba, y en un arranque de locura, consciente que con esa onda expansiva tan dura, para su vista no había cura, decidió resistir, pedir a Dios, tener fe y a ese pandemonio sobrevivir. Ya no habrían más vuelos, se tenía que borrar consuelos, el mundo se puso al revés, y por esta única vez, la pesadilla era la realidad, a la que se despertaba como triste verdad. Pero si piensas que esto es inverosímil, desgracia sin otro símil, lo que pasó a continuación, rayaba en la superstición o encomendada maldición, pues tan pronto fue evacuado, en una estridente ambulancia, que ululaba pidiendo paso, una doña que no le dio importancia, embistió al vehículo por un lado, otra vez en el mismo día, la vida se desvanecía, pero el Viejo Aviador no quería, partir todavía con la experiencia que tenía. La ambulancia avanzaba veloz, con sus llantas de dos en dos, y como diestro equilibrista, con la pértiga y sin perder el cable de vista, a veces la muerte venía y en otras la vida se mantenía, y esta última ganó, cuando sin volcar la ambulancia paró, un poco magullada, pero salvando la vida que adentro llevaba. Minutos, horas o días, horarios ni calendarios, de ello ya no entendía, el caos lo invadía, ambulancias, camillas u hospitales, todos le parecían iguales, al punto que despertó, con algo que no entendió, eran médicos hablando inglés, tal vez había pasado un mes? Alguien traducía, si era luz lo que veía, para el Viejo Aviador todo era oscuridad, pero para no perder la oportunidad, dijo sí, que sí veía, toda luz que al frente ponían, así se ganó una cirugía, como última posibilidad, para lograr una visión residual, en verdad fue una mentira piadosa, que hoy por hoy ese poco de visión para el Viejo aviador es mucha cosa. En este caso el fin justificó los medios, que a su nula visión puso remedio. De la luz a la oscuridad, del trabajo a la inactividad, de la alegría al llanto, de la tranquilidad al quebranto, del Alfa al Omega, un helicóptero que ya no despega, de rotores a sinsabores, una diferente dimensión, un bastón blanco para la navegación, una lucha constante, por llevar la vida adelante. Eran momentos de reinventarse, pensar, meditar y planificar, como ha de adaptarse, aquello de no ver ni volar, hasta encontrar la mejor solución, a un mundo sin aviación. El primer paso estaba dado, la negación se había superado, de aquí en adelante, el esfuerzo sería constante, hasta lograr una vida gratificante, tal vez mucho mejor que antes, pues la felicidad verdadera está en la mente, máxima que hay que tener siempre presente. Fin de: Del Alfa al Omega. Cuentos de un Viejo Aviador: Independencia. Para inicio de semana, un sí se puede diga con ganas, no se aplaque, nunca se amilane, pelee, luche hasta que gane. Siempre es bueno recordar, que luchar no significa humillar, sino poner el máximo interés y doblegar el desgano y dejadez. Por ello se ha enviado a un corresponsal, a investigar una lucha sin igual, la del Viejo aviador, lograda con esfuerzo y mucho amor. Banderas se ondean, balas que hieren; héroes se inmolan, mujeres que mueren; se inventa una historia, de un pueblo en la gloria; en nombre de la nación, se lucha hasta la destrucción, que viva la independencia, los himnos proclaman violencia, patria o muerte venceremos, hasta el último cartucho, que por lo general no duran mucho, hasta la última bala, bienvenido al infierno y su antesala, que llenan la mente de sangre, dolor y mucha hambre. Propongo desterrar de la historia, todo fanatismo de alguna vieja gloria, olviden caribeños el socialismo, orientales el comunismo, occidentales el capitalismo y unos pocos el populismo; recordemos que, dividir es veneno para morir, mentir impide un buen vivir, luchar no significa matar, vencer no representa imponer, comprender es también querer, nadie quiere dictadura porque ello es pura amargura, que exista libertad de expresión en cada pueblo y nación, que viva la evolución, sin r de restricción. La actual lucha de independencia, es por tener limpia nuestra conciencia, vicios y vanidad en ausencia, nos darán una vida de excelencia. Ya que hemos olvidado, herencias y odios del pasado, te presento la sorprendente experiencia, de la lucha por la independencia, del perseverante y Viejo Aviador, que a su batalla le puso sabor, aunque anda despistado y sí, un poco enamorado, tal vez por ello he justificado, momentos difíciles por los que ha transitado. Siendo en la niñez mimado, pasó del peligro olvidado, sus padres habían logrado, tenerlo muy acomodado. Ya de mozalbete, estudió como cadete, donde tampoco pasó apuro, pues con buen hambre, no hay pan duro. De oficial de Infantería, de caminatas ya se aburría, todo era ampollas, callos y guardias y a tiro de guerrilla en la vanguardia, por lo que entró a la aviación, en busca de más acción, y vaya que la encontró, en medio de una explosión, que lo dejó cesante y en situación preocupante, pues perdió su visión y su vida entró en auto rotación, que es de helicópteros la más grave emergencia, en la que el piloto lucha por su supervivencia. Aquí es cuando comienza, su lucha de resistencia, buscando toda ciencia, que logre su independencia. Para lograr su objetivo, solo se fue a vivir, no quería compartir, penas, llanto ni olvido. Quién lo podría creer, que en un día iba a aprender, lo que esfuerzo toma con creces, asimilar en varios meses, lo que vivió fue un curso intensivo, por lanzado y desaprensivo. El departamento arrendado, estaba bien equipado, bien equipado estaba, pero nada funcionaba, el aire acondicionado, había alguna vez operado y cuando la ventana abrió para aliviar el calor, la malla anti mosquitos votó, parecía un golazo con tremendo cabezazo, lo que le produjo dolor, pues la garantía pasó, de su bolsillo a la del arrendador, que desdichada agonía, los ahorros ya no existían. Apenas el primer día comenzaba y más sorpresas lo esperaban, para calmar su aflicción, algo de micción y un poco de meditación, del baño el trono ocupó una cómoda posición, pero al jalar la cadena, el agua y demás no se iba, qué pena! No entendía, no comprendía, que su chequera se atrancó en esa vía, que mala suerte decía, mientras su mojado pantalón se subía. Debe haber algún error, parece película de terror, pues también el refrigerador, en vez de frío daba calor; la llave de la cocina abrió, para aliviarse de la temperatura extenuante, fuga suspiró, cuando el agua por sus pies corrió, Dios mío, esto no hay quién lo aguante! Valor se dijo para resistir, esperando poder sobrevivir tan mala racha y pronto irse a dormir. Ya en brazos de morfeo, lo despertó un golpe muy feo, la puerta casi la votan, sus nuevos vecinos que de tomar no se agotan y ya mareados olvidaron, y de entrada se equivocaron. Cuenta aunque le da pena, que despierto como alma en pena, sus humanas necesidades pedían atención, pero, esto no puede ser, el inodoro sigue tapado, con bastón en mano y con mucho valor, salió desesperado, en busca de un Mac Donald, distante a tres cuadras del alivio y victoria, o evacuación con desastre en la calle sin pena ni gloria. Misión cumplida dijo, ya aliviado y dispuesto a destapar el inodoro atrancado, pedir cambio del refrigerador dañado, tuberías de agua cambiadas y ventanas por un técnico ya arregladas. Así fue como el Viejo Aviador, en una sola noche aprendió, no sin sufrimiento y dolor, un proceso tedioso de rehabilitación. En circunstancias inesperadas, con tragedias insospechadas, Cuando entra el pesimismo, la mejor manera de avanzar, de caerse y volverse a parar, es lograr cada paso con el esfuerzo de uno mismo, limosna nunca esperes, logra tu independencia, tú puedes! Fin de: Independencia. Cuentos de un Viejo Aviador: Frío o caliente. El ejercicio de la escritura, mejora mi musculatura… cerebral, y forma parte de esa estructura, alimentar el proceso con mucha lectura, pero todo ello encaminado al servicio de personas con discapacidad, a fin de solventar esa gran necesidad, que constituye el acceso a la información, paso esencial para lograr la inserción laboral. Cuando el Viejo Aviador, perdió su herramienta esencial, en un accidente fatal, que lo dejó en penumbras, cesante y lleno de estupor, alzó de su antiguo trabajo el vuelo, pues allí no había consuelo, para esta grave situación, que lo alejaba del mundo de la aviación, pues para su nula visión, ya no había solución. Como piloto experimentado, buscó el futuro en otros cielos, Los Ángeles para él estaba destinado, para lograr nuevos anhelos. Allá, al Instituto Braille llegó, sin saber Braille, Inglés ni Computación, pero era tal su necesidad, que sin tomar movilidad, compró un viejo bastón, un pequeño departamento arrendó y al estudio se lanzó, en busca de una oportunidad. Pero el título que voy a contar, es frío o caliente, por lo que pido no te impacientes y ahora mismo te lo voy a narrar. El Viejo Aviador estaba tan, pero tan ocupado, con el uso de nuevas tecnologías, que de su salud habíase despreocupado, al punto de agarrar una fuerte pulmonía. La paradoja de la gran ciudad, es que, aunque siendo millones sus habitantes, se siente tan presente la soledad, como vivir en el desierto o en Marte. Pero ese piloto ya añejo, sabe más por diablo que por viejo, y contaba con dos amigas, que se organizaron para cuidar y la precaria salud de su amigo restaurar. El grave problema residía, que para el cuidado se turnaban una por día, pero entre ellas no se comprendían, pues entre ruso y español un abismo de comunicación había, lo importante es que la amistad fuertemente los unía. Mientras el Viejo Aviador desvariaba, cuidándolo con mucha dulzura, Bety con paños fríos y hasta las sábanas quitaba, para bajar su temperatura, pero cuando Yelena llegaba, con muy distintas formas de pensar, cobijas y edredón sobre el maltrecho aviador amontonaba, pensando que sudando, la temperatura iba a bajar, y entre cuidados tan disparejos, la víctima andaba como cangrejo, de lado y hasta pa trás, bajaba con Bety del termómetro la columna de mercurio y la rusa lo hacía subir casi hasta la ebullición, y entre subidas y bajadas al Viejo Aviador iban a matar, hasta que tomó la acertada decisión, de tan primorosos cuidados escapar, juró que estaba ya bien, que no le volvía a pasar, que se iba a cuidar, pero de ese desenlace fatal. Cuando Yelena llegó a su día de atención, el Viejo Aviador huyó al baño y en el inodoro se sentó, esperando, rogando, que la rusa no lo colme de tanta atención, pero el tiempo prudente de espera llegó y Yelena cortésmente la puerta tocó, esto era ya una novela de terror. Nuestro convaleciente aviador, fuerzas de flaquezas sacó y del inodoro intentó levantarse, pero oh! Que intenso dolor, en su muslo derecho, una fuerte dentellada sintió, de acuerdo al descomunal ramalazo que vivió, no había duda, tenía que ser de un mastín napolitano o tal vez de un pit bull vengador. Pero qué gran decepción, cuando en movimiento reflejo intentó quitar de encima las terribles fauces del poderoso can agresor, no había, no encontró señal alguna de ningún canino pendenciero, solo una triste fisura en el filo de la tapa de un rabioso inodoro, que por azar del destino, con sutileza había remordido un pedazo de dignidad de un desesperado aviador, Ay! Que intenso dolor. Así fue como tomando una ruta de escape, a una farmacia fue a dar, dolo-neurobión, lemonflú, comtrex terminó por comprar, para calmar el dolor y estabilizar su temperatura y no perder la cordura. Lo que de verdad salvó a este Viejo Aviador, fue ese noble sentimiento, ese sincero amor, de sus mejores amigas que las lleva en su pensamiento y en lo más profundo de su corazón. Fin de: Frío o caliente. Cuentos de un Viejo Aviador: Canguil. Perfumes y venenos, vienen en embases pequeños, y el tamaño es lo de menos, depende de lo que busquemos, como en el caso actual, hablaremos de un cereal, que con un poco de calor y otro tanto de humedad, se abre como una flor y presenta un blanco de santidad. Así, muta de duro y diminuto, a rico y suave en tan solo un minuto, compáralo con el alma, goza, disfruta, que no quede un rincón en calma. Los temas de aviación, se le dan bien al Viejo Aviador, pero aquellos de cocción, le causan mucho temor, y en asuntos de meteorología, voló en mal tiempo sin dejarse vencer, no así en gastronomía, que lo único que sabe es comer. En almuerzos para degustar, no tiene un buen paladar, y ante una cena inclemente, no protesta, no es exigente, como piloto experimentado, con miles de horas de vuelo, una lata de atún es su consuelo. Pero el mejor de todos los alimentos, la vitamina de todo momento, lo que te anima a respirar, a vivir, reír y gozar, es un intangible elemento, el que nutre el sentimiento, esa energía positiva, que te dice, implora y exige que sigas adelante en la vida. Pero hubo un momento crítico, en que se vació de esperanza, cuando le dieron calabazas, y del amor se sintió escéptico. Fue durante esa dura experiencia, en que falló su visión, y le perdieron la paciencia, cuando lo que más necesitaba era atención, pero así es la vida, un proyecto para construir día a día, y era ese el preciso instante, para dar un golpe de timón, cambiar de dirección, y decir sí al rumbo de la alegría constante, y para ello se requiere decisión y algo de imaginación, que en el mundo de la aviación, el Viejo Aviador lo aprendió con precisión. Con el “Plan A” descartado, el “Plan B” se puso en ejecución, el problema era la falta de visión, y sentirse un poquito enamorado, además en todo tipo de emergencia, los problemas se agrandan y multiplican, más la palabra “pero” es la que más complica, y nos trae mil consecuencias, así que siempre lo primero, es descartar el pero, el resto es coser y tejer. Pero, el Viejo Aviador no creía, que solo un “pero” le complicaría, porque primero ya no veía, presupuesto tampoco disponía, Plan B no se le ocurría, y su autoestima como cera se derretía, por lo que por lo menos “peros”, era lo que más tenía. En fin, en momentos de desesperación, es cuando fluye la imaginación, se armó de valor, perdió la vergüenza, se inspiró en el amor y actuó en consecuencia, y como el noble sentimiento, está como polvo en el viento, y al contrario que el lobo feroz en el cuento, que sopló y sopló hasta que la casita de los tres cerditos derribó, el joven emplumado, suspiró y suspiró, hasta que en su mente la nueva idea apareció, pues siempre se trata de construir más no de destruir, y por favor no se vayan a reír, que lo que se le ocurrió regularmente es para freír, un pequeño grano de canguil, de aquellos que en una bolsa caben mil, así llamó a una amiga de Guayaquil, que por él estaba dispuesta no a morir, sino con amor combatir y vivir. Les decía, que la inspiración del día, eran unos granos de maíz, de aquellos pequeños y prietos que hay en todo país, y al cual en este párrafo me voy a referir. Con un solo idioma, tiene tantos nombres que impresiona, palomita de maíz, para que te sientas feliz, rosetas o crispetas, para animar la fiesta, chivitas o cabritas, como blancas cachorritas, pururú, pororó o poporopos, que a todos nos vuelve locos, y la lista es interminable, de acuerdo al dialecto que se hable. Lo único uniforme, es que todos estamos conformes, con este almidón informe, con sal o dulce, todo el mundo come, este granito explosivo y divertido. Esa pequeña porción, con humedad y calor, produce una gran detonación, un big bang de emoción, expandiendo su almidón, en singular figura, suave, blanca y llena de dulzura. Saliendo del tema culinario y comparándolo con este diario a ese grano de cereal, el triste y Viejo Aviador, lo comparó con su situación real y su necesidad de amor, y así, de un corazón comprimido, frustrado y sin abrigo, como el grano de maíz, duro e infeliz, volcó todo su contenido, su sentimiento reprimido, hacia el mundo exterior, con gusto, jolgorio y decisión. Sin pensar que estaba ciego, se lanzó presto al ruedo, dejando a un lado el dolor, tomó vuelo en la ruleta del amor, se embriagó en su velocidad sintiendo delicia y felicidad, comprendió que no era un juego, sino que rezumaba fuego, se dedicó de sí a dar, y claro, también a dejarse amar, para de sufrir, la vida es como un canguil, pon tu dial a mil. En instancias de agravios, es necesario comprender, que siempre habrá un querer, dispuesto a participar en el cambio, si esa es tu situación, no le temas a lo incierto, salta como el canguil al mundo abierto, llena y déjate llenar de pasión, y si no encuentras pareja, pon pronto tu queja, y con una pequeña carrera, salta y rompe toda barrera. Fin de: Canguil. Cuentos de un Viejo Aviador: Braille. Cuando de manera imprevista, una persona pierde la vista, tiene que adaptar su vida, a un mundo donde la luz no tiene cabida. Eso fue lo que le pasó al Viejo Aviador, quien por motivo de fuerza mayor, mudó el acceso a la información, desde su antigua visión, a una experiencia de gran impacto, a manejar con destreza el tacto, en más de una función, que hoy se aclara por ser esta una confusión, así pues, los invito a disfrutar de la presente redacción, de su primera lección. Previo al primer contacto, con esta lectura al tacto, se sobre entiende que tal vez por accidente o por una delicada enfermedad, se ha llegado a la discapacidad, momentos en que hay que vencer, la persistente negación, de la pérdida de visión, e iniciar el reto de enfrentar la vida sin ver. Para aprender a leer, en el sistema Braille, hay que memorizar y comprender, cada uno de sus detalles, basados en un signo generador, compuesto por seis puntos, que se los aprecia muy juntos, y al primer roce de nervios y temor, parecen estar vivos, se los siente muy esquivos, bajan, suben, se cruzan o confunden, la mente no se despeja, con este panal de abejas, la práctica es muy compleja, al dato dos no le falta nada para ser un tres y el cinco ya es casi un seis, ay! Esto no es cuestión de un mes. Al desamparado no vidente, no hay quien mime o contemple, toca tantos puntos que se pierde, tiene la percepción, de un acelerador de partículas en colisión, donde electrones y neutrones, se chocan con protones y andrones, quisiera decir adiós, antes que encuentren la Partícula de Dios, la Física y el Braille tienen muy complejos detalles. En este reto importante, hay que armarse de paciencia, que es un valor constante, para alcanzar una debida pro eficiencia. Los sentidos no desarrollan, a la deseada velocidad, con mucha presión los puntos se borran, el secreto es tranquilidad. La información táctil, tiene otro recorrido, al principio no es fácil, trabajar con otro sentido. Los datos diligentemente leídos, por un dedo índice afligido, tienen que viajar, por todo el sistema nervioso, por falanges, mano, brazo y hombro hasta llegar presuroso, hacia el cerebro, ese increíble computador, que tiene por cabeza este nuevo lector, y en un tiempo infinitesimal, esos raros puntos vuelven a ser una lectura convencional. Pero el tiempo de adaptación o de aquella ley de compensación, que ante una permanente ausencia, otro sentido se potencia, parece una ley ausente con este emplumado invidente, y para ello tiene una justificación, allá muy lejos en su nación, la sabia autoridad ha considerado, un tiempo muy limitado, para una extensa rehabilitación, en fin no se podía convencer, a quienes no querían ver ni saber. Pero no era momento de quejarse, sino de los pantalones fajarse, en el domingo previo, a ese aprendizaje de miedo, lo que complicaba la capacitación de Braille, fue un pequeño detalle, la clase se dictaba en Inglés, y de ello el nuevo alumno solo sabía contar hasta diez, one to ten, la cosa no iba bien! Otra gran dificultad, para escribir y leer, tiene mucho que ver, con la fuerza de voluntad, pues es motivo de frustración, leer hacia oriente y escribir hacia occidente, lo que causa gran confusión. De izquierda a derecha se procede a la lectura, con puntos por doquier, como huellas de ciempiés, pero el mundo se pone al revés, cuando inicia la escritura, allí se invierte lo aprendido, el Viejo Aviador se siente perdido, suelta regleta y punzón, lo agobia una gran desazón… pero no debe quebrantar su razón, pues al día siguiente tiene su primera lección, quiere llorar y no puede, desea abandonarse y no debe! Tic tac tic tac, así golpea la punta de su bastón, con júbilo y emoción, tic tac tic tac, avanza con su bastón, hasta llegar al salón, con su visión residual, solo percibe oscuridad, nadie ha prendido la luz, todo es tranquilidad y quietud, alrededor de la mesa, se escucha una conversación, la penumbra ya no pesa, es momento de iniciar la lección, para ello solo tiene una aspiración, chocar bastones al final de la hora, con la nueva chica Aurora, que le quita la respiración y enciende su imaginación. Uno a uno, los alumnos van leyendo, lo que han venido aprendiendo, cuando llega su turno comprende, que Aurora no está presente, ella ha escogido otro horario, se dice el Viejo Aviador, el abordaje para el amor, será en otro escenario. Al estudiante de Braille preocupa, el largo tiempo que ocupa cada compañero de clase en descifrar los puntos de su lección, pero no le queda otra opción, al tiempo que cae en cuenta, por el tono de voz y una que otra tos, que todos sin excepción pasan de los ochenta. Para colmo del día, la incomodidad lo tiene agotado, pues bajo la mesa tres perros guías, entre patas, hocicos y colas, tienen sus pies atrapados. Extenuado y algo defraudado, deja la clase apenado, con su tic tac tic tac va pensando, reto no superado, tal vez el Braille sea olvidado. Piensa, se apena, suspira; recapacita, se anima e inspira, no dejará ese horario, por sus compañeros octogenarios, aprenderá Braille a distancia, con paciencia y mucha constancia, pero continuará a esa clase asistiendo, para aclarar su entendimiento, aprender para luego enseñar, cuando tenga la oportunidad, de capacitar en Braille a alumnos de la tercera edad. Las clases avanzan con lentitud, pero allí radica su virtud, y en correcta actitud de espera, ya no se impacienta ni desespera, más bien y muy al contrario, ahora tiene amigos octogenarios, de quienes ha aprendido, a ser tolerante, respetuoso y muy comedido, si alguien pregunta por Aurora, pues no era todavía hora, para que el Viejo Aviador, capture a ciegas su primer amor. Fin de: Braille. Cuentos de un Viejo Aviador: Clases de piano. Diríamos que el mejor compañero, por quién puedes meter las manos al fuego, tiene que ser un perro, aquel que siempre te mueve la cola, en su canina manera de decir hola, ya sea que llegues tarde o temprano, pero con un buen hueso en mano. Más, cuando quieres filosofar, o sacar la bilis y hablar, ponerte algo romántico, o simplemente amable y simpático, se acrecienta la necesidad, de abandonar la soledad, pensar y comprender, que el egoísmo hay que vencer, buscar y compartir, con otra persona el gusto de vivir. Por ello en este cuento presento, una pequeña confusión, de el humilde y Viejo Aviador, que de tumbo en tumbo encontró una ilusión, y es de ello de lo que hoy converso. Decía un viejo adagio, entre las filas castrenses, que mientras más conozco al hombre, más quiero a mi caballo, porque por donde voy lo que hallo, es podredumbre y cálculo circense, y siendo eso lo que sucede, con cada noticia internacional, lo digo aunque por seguridad no se debe, que tengo vergüenza ajena por tanta violencia brutal, por la moral ausente, en tanta decisión fatal. Por ello mejor respiro, medito y me pongo tranquilo, y en lugar de intentar agudizar lo poco que miro, le voy tomando el hilo, al trabajo pendiente de este escritor no vidente, relato que inició en un bello jardín, con una historia ahora sin fin, teniendo a Míster Atkinson como testigo, esa estatua de bronce, mi entrañable amigo. El inglés no acompañaba, al entonces Viejo Aviador, a desempeñarse como bien se le daba, alegre, comunicativo y buen conversador, y en vista que la dama, a quien en ese jardín acompañaba, no tenía destreza en el idioma anglosajón, por ser el ruso su lengua natal, y al aviador emplumado chino o ruso se le daba muy mal, iniciar una relación, era toda una inmensa confusión, pues sin el sentido de la vista, entre los dos no podía haber señas y se perdían la pista. A vista de tantas barreras, decidieron romper viejas fronteras, y se comunicaron al tacto, como mimos en una obra de teatro, y más por necesidad, que gusto por el inglés, abandonaron su soledad, y pusieron el mundo a sus pies, para ello nada mejor, que una pequeña clase de piano, siendo la destreza de su mano, lo que a ella se le daba mejor, y para el Viejo Aviador, solos en una clase de piano, no había nada mejor, para una cita de amor. Con premeditación y alevosía, llevaba casetera y una cinta vacía, donde grabaría la lección, para su posterior reproducción, no piense que para luego volver a estudiar, sino para sus platónicos fines consumar. Así la eslava mujer esperaba dejarse atrapar, en las redes que iba a lanzar, el solitario e ingenuo latino, quien hizo lo que le convino. Entraron presurosos al aula, un gran piano y una pequeña banca, bendita sea su estampa, cabían apenas como en una jaula, y se puso pronto a grabar, la clase que la rusa empezaba a dar, y como el joven emplumado no tenía nociones de solfeo, el aprendizaje se puso feo, pero nada imposible, cuando la compañía femenina dejaba su corazón apacible. En la inicial hora de clases, solo hubo cálculos y no avances, pero con la primera cinta grabada, a Eros y Afrodita ya se acercaba, pues como nadie podía vigilar, a través de una puerta de madera, sin trámite ni espera, puso esa primera lección grabada a hablar y hablar, mientras dejando al piano pendiente, caricias van y vienen, daban inicio a un sentimiento incipiente. Pero con esto de la ceguera, la emboscada está donde menos se espera, resulta que si bien la puerta era de madera, tenía también una franja de cristal, que para quién vio desde afuera, el encuentro de adentro no andaba nada mal, y de ello se dio cuenta, el despistado y Viejo Aviador, cuando revisando bien la puerta, le entró de golpe el pudor, de afuera se había visto, todo, sin entrada y de improvisto, ya no le cupo más vergüenza, y decidió terminar bien la fiesta. Qué duros los tiempos de aquellas clases de piano, de un Viejo Aviador que no quiere llegar a anciano. Fin de: Clases de piano. Cuentos de un Viejo Aviador: Cosas de ciegos. Cuando tengas alguna necesidad, no temas decir la verdad, intentar callar es peor, como le pasó al Viejo Aviador. Ten presente que si no deseas que pasemos de 7 mil millones, que alberga la tierra en la actualidad, toma tus propias precauciones, y controla la natalidad. Que cada niño viene, con su pan bajo el brazo, lo dice quien no se contiene y ya tiene un embarazo, por ello es mejor tener, solo los hijos que se puede mantener, recuerda que es tan solo una opinión, para evitar la súper población. Con una vida aburrida, sin sobresaltos ni fatigas, el humilde y Viejo Aviador, tiene que pensar con furor, para sacar provecho, de cualquier mínimo hecho, que le permita escribir, una nueva historia que compartir. En ello iba pensando, mientras usando su bastón blanco, por un centro comercial navegaba, preguntando por la tienda que buscaba, lo que no le causaba mucha gracia, debido a que se trataba de una farmacia, y el producto allí requerido, lo tenía compungido, pues tenía una amarga experiencia, que le recordaba su otrora añorada inocencia. En fin, se armó de mucho valor, hizo de tripas corazón, y al local entró decidido, tomó de las estanterías, todo lo que requería, y entre ello un producto escondido, y mientras esperaba para pagar, con clara exactitud pudo recordar, aquel extraño acontecimiento, que hoy es lo que cuento. Esto le pasó a un amigo, se dice cuando no hay testigo, que cuente lo que alguna vez pasó y nos causa desazón, pero en honor a la verdad, lo que hoy escribo fue una confusa realidad. Alrededor de una cancha, caminaba seguro y a sus anchas, pensando en la cita pendiente, que esperaba sea ardiente, pero de tanto pensar y caminar, de soñar y desear, no tomó en cuenta, que eran las 5 y 50, la noche había caído, era invierno y hacía mucho frío, y como si fuera por encanto, la puerta del estadio estaba ya cerrada a calicanto. Pero este veterano combatiente, frente al problema pendiente, buscaba una solución, a su falta de precaución, tal vez por vocación, la salida encontró en la aviación, ascendió por los barrotes, de la verja circundante. Subiendo parecía un extraño Quijote, pero no eran molinos de viento lo que a él lo amenazaba, sino unas puntiagudas lanzas, que mirando al firmamento, ese horrible cerramiento, pretendía en el crítico momento, punzar o peor cortar su más querido elemento, pero finalmente pasó y con júbilo al otro lado del recinto cayó. Previendo futuros acontecimientos, para su cita en el crítico momento, tomó rumbo a una tienda, para dar seguridad a la contienda. Entró con aspecto introvertido, buscando el sombrero requerido, pero por su falta de visión, preguntó por una especial atención, toda vez que los dependientes, atendían a uno u otro cliente, fue el guardia de seguridad, un gigante afroamericano, un hombre entrado en años, con una voz de tenor, que infundía respeto o temor, quien ofreció solucionar su necesidad. Esteee… ejeeem… con una voz apenas audible, dijo lo más temible, necesito un preservativo, el guardia muy contemplativo, del brazo tomó al avergonzado aviador emplumado, y lo guió para hallar el gorrito deseado, una vez lo hubo encontrado, una estantería llena de lado a lado, con su voz alta y potente, preguntó sin hallar inconveniente. ¿Deseas de algunos sabores? ¿O prefieres por colores? Mira aquí hay de efecto retardante y otros dobles para mayor aguante. Estos son para invidentes, con luz fosforescente, estos otros con espuela, tronó su risa, solo falta para el dolor de muela, y dijo mejor nos damos prisa. Mientras cada nueva ocurrencia conseguía, la gente se aglomeraba, reían y de gusto lloraban, hay más decía, toca este con máscaras a grito pelado ofrecía. Intentando de los curiosos su desencanto, dijo “éste” señalando a cualquier lado, y el moreno ya emocionado, preguntó si la caja de tres o la de veinte que sale más barato. Escogió la de veinte sin pensar, que al menos por un tiempo aquí no iba a regresar, pero ello fue el fatal error, porque “veinte” gritó el guía con horror, y como un eco repetía, veinte, veinte, mama mía! más gente se arremolinaba, y en el centro del pasillo el Viejo Aviador 2 cajas de veinte llevaba, sabiéndose con suerte, de no sentir tanta mirada inclemente. Volviendo al tiempo presente, en caja esperaba paciente, pero al momento de pagar, una dama que se encontraba atrás, le dio curiosidad por saber qué contenían, esas pequeñas cajitas, que ningún producto exhibían, preguntando a la cajera sin contemplación, por una breve explicación, de lo que había al interior. Pobre Viejo Aviador, sorprendido en los seguros del amor, intentó contener la risa, evitó contestar de prisa, mientras se ponía colorado, y no era de emocionado. La inteligente cajera, muy joven aún y de esta nueva era, trató de salvar la situación, y del no vidente la reputación, pero la hilaridad no respetaba mucho la formalidad, aún así se contuvo, enseñó unas vitaminas lo mejor que pudo, pero la anciana sin contento, no se comía el cuento, nooo dijo, esa cajita chiquita, que ya metió en la fundita, y como un hipo incontenible, brotó la risa inconfundible, y la viejita que no entendía, no encuentro el chiste repetía y repetía. Los nombres han sido cambiados, para proteger a los inocentes, la lección queda latente, pídelos por teléfono y bien empaquetados. Fin de: Cosas de ciegos. Cuentos de un Viejo Aviador: Curiosity. Se acabó el período de espera, el Curiosity ya está en Marte, su hazaña de la historia ya es parte, y entramos a una nueva era. Muy pronto recibiremos, de su trabajo el conocimiento, así con respaldo científico sabremos, si estamos solos o no en el universo. Y como al Viejo Aviador, le gusta meter sus narices en todo lado, para tal vuelo espacial ya se ha equipado, en este viaje marciano, que lo tiene emocionado, y contar en esa órbita lejana, que es el amor lo que nos hermana. Las ideas aquí descritas, son procesos de investigación, que en más de una nación, se esfuerzan por conseguir el éxito, por lo que lo escrito a través de este ordenador, no es ficción, ni siquiera el Viejo Aviador. Los anglosajones de la city, lo llaman con orgullo Curiosity, y los latinoamericanos de la ciudad, con gusto lo llamamos Curiosidad, que en español o inglés, un gran invento es, diseñado para el descubrimiento, de inteligencia o vida en el infinito firmamento. Este interesante robot, es como un poderoso tractor, con atómicas baterías, para una larga estadía. Su interior es un laboratorio, compuesto de un gran repertorio, de veloces computadoras, y rayos láser usados como excavadoras, para tomar las primeras pruebas, de hielo, roca, minerales, arena u otros materiales, que permitan determinar, si en el cuarto planeta del sistema solar, la existencia de vida, de alguna manera tiene cabida. Para filósofos y científicos, resulta inimaginable, que existiendo tanto espacio físico, la vida en otro planeta sea poco probable, sería una mala distribución, de energía y animación, en este universo en franca expansión, vaya esto por creación o evolución. De acuerdo a la investigación, realizada por el Aviador emplumado, es cuestión de apreciación, y hay que analizar las posibilidades desde otro lado, por ejemplo en la Tierra hay la idea preconcebida, entre lo que es biología y vida, y consideramos existencia, cuando hay movimiento, intercambio o conciencia, sin oxígeno ni nutrientes, erróneamente se cree que la animación no tiene precedentes. Pero en nuestro mismo planeta, viven microbios, gusanos, bacterias, en condiciones de extrema dureza, con temperaturas sobre la ebullición, o fríos de máxima congelación, seres mono celulares, hermafroditas o asexuados, capaces de vivir en colonias o aislados, ubicados en la profundidad de los mares, entre rocas o gélidos glaciares, y hasta en la atmósfera, a alturas inimaginables. Entonces, si la vida bajo esas condiciones es permisible, con reproducción y movimientos imperceptibles, vidas análogas son posibles, en Fobos, Deimos, Europa o Marte, Ganímedes o en cualquier otra parte. Pensaba el Viejo Aviador, imposible perderse este evento, y como un buen trabajador, tan veloz como el viento, indagó y actualizó conocimientos, preparó el adecuado equipamiento, para formar parte digital, en este viaje virtual, producto de su imaginación, que en su vida es una adicción. Tal vez en otro momento, le hubiese parecido un cuento, pero debido a la fuerza de gravedad, y peso del combustible, económicamente es imposible, mantener vuelos como los de la actualidad, pues los viajes de transbordadores, ya es materia de historiadores. Ahora está en proceso de investigación, un método que causará revolución, se trata de un elevador, sí estimado amigo, está bien lo que ha leído, es un gran ascensor, que explotando la energía solar, obtendrá suficiente fuerza, para alcanzar tal proeza, logrando ascenso y movilidad, y a través de extensos cables, tan ligeros como el aire, pero de una gran resistencia, usando la nanotecnología como ciencia, anclados en un extremo, en alguna base cerca de la línea ecuatorial, para que la distancia sea menor, hasta el otro punto de anclaje, la Estación Espacial Internacional, subirá sin combustible, haciendo el inicio del viaje espacial, más fácil y posible. Ahora bien, también se ha hecho ya de un traje espacial, que de hecho es especial, para protegerlo de los rayos solares, que en el espacio son mortales, una mochila de oxígeno reciclable, para mantener sus signos vitales estables, e incorporado un nano equipo de propulsión, que le facilite su propia transportación, en ambientes donde la gravedad, no represente dificultad. El Viejo Aviador ya está listo, para su primer viaje espacial, va con destino a Marte, lo quieres acompañar? Fin de: Curiosity. Cuentos de un Viejo Aviador: Aviación sin Barreras. En esta pequeña redacción, que se escribe de aviación, para personas sin visión y de otra condición, muchas anécdotas suceden, unas para callar y otras para contar, y escribo las que se pueden. Pero lo más importante, es contar con tu atención, saber que mantienes constante, tu curiosidad en la aviación, donde teclea un Viejo Aviador, con ganas y mucho amor. A preguntar qué pasa nadie se anima, en esta paradoja de oficina, con un ruido permanente, el silencio está presente. La explicación es sencilla, en esta extraña dependencia, aunque el ruido por su ausencia brilla, trabajar con sonido es su preferencia. Tres personas ciegas, conforman Aviación sin Barreras, una dama y dos caballeros, a ella le basta y sobra para igualar el género. Trabajan con un programa lector para cada ordenador, y para evitar el eco y la resonancia, entre escritorios a poca distancia, usan audífonos de manera permanente, para mantener un ambiente silente, así aún con bullicio latente, alrededor nadie lo siente. El lugar de trabajo es amplio, baño y bodega a la izquierda, un ancho corredor en medio y los escritorios a la derecha. Siguiendo hasta el fondo, un estudio de grabación, para trabajos de discapacidad y aviación, por último un gran ventanal, dicen que no está nada mal, pues tiene una vista sin igual, hacia el norte de la ciudad, pero ello nos da igual, de no ser por el sol matinal. A veces se tiene citas, de personas que han perdido la vista, llegan muy deprimidas, ya sin gusto a la vida, vienen a preguntar, cómo a ciegas pueden trabajar, y si es posible la independencia, perdiéndose en todo lugar y paciencia, entonces conversan con ese distinguido trío, que luego de un humeante café, los llenan de mucho brío y un futuro de mucha fe. Pero de vez en cuando, uno que otro hecho aislado, los deja más bien pensando, si es verdad lo aconsejado. ¡Dónde está mi celular? Pregunta la única fémina, mientras se pone a buscar, botando su propia cartera, papeles, parlantes y hasta la cafetera, culpa de ello al Viejo Aviador, que le tiene mucho temor, y luego asu ayudante, que ante su embestida se hace el quite al instante, pero ese artilugio no asoma, y ella se conmociona, porque ya no se puede importar otro teléfono celular, y los que están de promoción, lo son por su vieja condición. Sintiéndola desvalida e inmóvil, el Viejo Aviador saca su móvil, gastando lo que queda de saldo, para que suene ese aparato, todos afinan el oído, pasan varios segundos y ningún timbre se ha oído. El ayudante se acerca a la dama, y con un abrazo la anima, y siente que su pechonalidad, no le para de vibrar, quisiera allí buscar, más actúa con dignidad, y en un acto de delicadeza, pregunta si algo justamente allí le pesa, o es que ha perdido la cabeza, ella grita de alivio, y de allí mismo lo saca, todavía vibrando y tibio. La carcajada no se hizo esperar, ocupando todo el lugar, y como la hilaridad no paraba, el antes triste visitante, dijo que el baño necesitaba, porque con tanta risa no había quien aguante. Avance hasta la primera puerta, le explicó la alegre dama, que estaba desorientada, por la felicidad que la embargaba. El invitado siguió la indicación, exactamente al pie de la letra, hasta que encontró y abrió la puerta con desesperación y urgencia de micción, y cuando la calma se apoderaba, y retrocedía la risa, se oyó caer los suministros de la repisa, que en la despensa se guardaban, corrieron a auxiliar al compañero no vidente, que yacía sentado en el suelo, con los suministros hecho un revuelo, y sonriendo nuevamente, decía a la vida presente! Fin de: Aviación sin Barreras.

descargar contenido multimedia     Copiar     Compartir por eMail

Compartir en redes sociales

Esta página ha sido visitada 815 veces.

Este contenido ha sido descargado 1 vez.